El Gobierno vasco y el Ayuntamiento de Galdakao entregaron ayer domingo a su familia los restos del miliciano Pedro Asua fusilado en Jaca el 7 de febrero de 1938 tras ser juzgado por un Consejo de Guerra franquista, y cuyos restos fueron recuperados recientemente del cementerio del municipio oscense gracias al programa de búsqueda de desaparecidos del Ejecutivo vasco, a través del Instituto Gogora. En dicho acto el viceconsejero de Memoria, Derechos Humanos y Cooperación, José Antonio Rodríguez Ranz, agradeció “el empeño y el compromiso” de todas las instituciones, entidades y asociaciones, y, por supuesto, el de la familia, para devolver a Pedro Asua “a casa”.

Anunció además la futura construcción en Galdakao de un nuevo Columbario de la Dignidad, concretamente en las inmediaciones del cementerio, en el barrio Elexalde, al estilo de los ya existentes en Elgoibar y Orduña, con el fin de “mantener la memoria de nuestros gudaris y milicianos y el compromiso con la verdad, y la dignidad”. La necesidad de levantar un nuevo columbario surge a raíz de las recientes exhumaciones de combatientes de las guerras civil y carlistas llevadas a cabo en los cementerios de Orduña y Begoña, ya que los de Elgoibar y Orduña quedarán llenos una vez alberguen los restos de las 57 personas exhumadas en el cementerio de este último municipio, en diciembre de 2022. Rodríguez Ranz indicó que Elgoibar, Orduña y Galdakao conformarán así “un triángulo simbólico, el triángulo de la dignidad, reflejo de la memoria viva de un país y de su compromiso con los principios y valores que inspiraron su lucha: la libertad, la democracia y la justicia social”.

Pedro Asua luchó en la Guerra Civil pero nunca regresó a casa. Natural del citado barrio Elexalde, se enroló en el batallón Zabalbide como voluntario de Izquierda Republicana nada más estallar el conflicto bélico. Cuando Bilbao cayó en manos franquistas, en junio de 1937, fue apresado y trasladado a un batallón de trabajadores para realizar trabajos forzados en Jaca. Juzgado por un tribunal militar, resultó condenado a muerte y fusilado en febrero de 1938 con solo 21 años. Fue enterrado en el cementerio de la localidad en una fosa común pero su familia nunca dejó de buscarle para mantener vivo su legado. Galdakao, a iniciativa de la familia, contrató los servicios del historiador Ander Aperribai para investigar las circunstancias de su muerte.