FUI al funeral en Durango de Leopoldo Zugaza. Tras la misa y el pésame a la familia saludé a D. Andrés Manterola, quien a sus lúcidos 88 años coofició la ceremonia. “Tienes que escribir con más mala leche. La sociedad está dormida”, me dijo. Con esta bendición eclesial, le haré caso. No hay más que mirar alrededor. Narcis Serra, ministro de Defensa, sin el menor rubor nos dice que sabía y protegió las andanzas del rey Juan Carlos. Su hijo Felipe VI permanece mudo ante el escándalo de la no renovación del Poder Judicial, consagrado en una Constitución que dice defender, como la defendió de mala manera ante el Procés. Al asesino Queipo de Llano, aplicando la ley de Memoria Democrática, lo exhuman de la Macarena y Feijóo dice que hay que ocuparse de los vivos y no de los muertos. El País le hace una repugnante entrevista a José Barrionuevo y le titula benevolentemente diciendo que Yo ordené liberar a Segundo Marey. Estoy seguro que si El País se hubiera tomado en serio a los GAL, presumiblemente no hubiera habido tantos muertos y, a Rodríguez Azpiolea, el Colegio de Periodistas Vascos le da el premio Periodismo vasco 2022 como “ejemplo y orgullo de esta profesión”, cuando el gobierno vasco le presentó una querella por inventarse una información dañina contra el lehendakari Ibarretxe. Efectivamente, hay que tener más “mala leche”.

Y es que una de las mayores vergüenzas de la democracia española, además del 23F, fue la creación y existencia del GAL surgido desde las cloacas del estado. Si tú matas, yo te mato, fue su filosofía. Como en aquel lejano Oeste de las películas con la salvedad que España se declaraba un estado social de derecho. Y lo era en verdad, pero de desecho.

Tras los descubrimientos del caso Marey y de la evidencia que Barrionuevo, Vera y la cúpula policial estaban en ello y que el socialista García Damborenea señalaba al presidente González como la gran X responsable de todo, hubo un debate en el Congreso que fue terrible, con diputados socialistas llevando una chapa que decía Yo también soy Pepe Barrionuevo. Y lo traigo a colación, tantos años después, pues estas cosas tienden a olvidarse interesadamente y parecería que esto de los abusos policiales y de la solidaridad con el horror, es una cosa traída por los pelos sin base alguna. Si un estado es capaz de crear al GAL, imagínense lo que no puede organizar, si se lo propone.

Los discursos le recordaron a Felipe González la realidad. Y creo fuimos, seguramente, quienes nos llevamos el gato al agua, ante la ausencia de Bildu, en un discurso que nos achacaron de estar lleno de violencia verbal pero, sobre todo, de rotundidad dialéctica. Al PNV nunca le había gustado Damborenea, un antinacionalista visceral, además, pero tampoco le gustaban otros personajes como el general Sáenz de Santamaría o Barrionuevo que, más velada, pero claramente, habían hecho apología del terrorismo de Estado. Y no le gustaba nada aquel cuartel Intxaurrondo, que se había constituido en un siniestro estado dentro del Estado. Pero, nunca, nunca, nunca y nunca –hasta cuatro veces nunca– les dijimos, se debería justificar el terrorismo de Estado. Como lo hacían indirectamente unos y otros.

“Yo también soy Pepe Barrionuevo”

Entiendo que el ciudadano normal tenga corta memoria con los sucesos políticos, que se viven cada día. Lo entiendo. Pero no entiendo la falta de documentación en políticos que habiendo sido protagonistas de hechos concretos tienen memoria de pez así como medios que abrieron informativos y hoy no se acuerdan de nada, o que se premien periodistas que miraron a otro lado, como se ha hecho este martes pasado.

Me refiero también al hecho de que estuvimos a punto de lograr que Felipe González compareciera en una Comisión de Investigación que se creó a tal efecto en el Senado para que nos contara lo que sabía de la existencia de los GAL. También Ramón Jauregui, que siendo Delegado del Gobierno y teniendo a su cargo las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del estado se enteró de la existencia de este grupo terrorista leyendo los periódicos, pero, por si acaso, no preguntó nada, no investigó nada. Y reconozco que me irrita su buenismo actual y el aura que le rodea con semejante baldón propio o de un incompetente o de un posible responsable de aquella barbaridad.

Por eso cuento lo que viví con aquella Comisión cuya apertura fue un escándalo.

En octubre de 1995, al fracasar la posibilidad de abrir una comisión de investigación sobre el caso GAL en el Congreso, con el apoyo de Coalición Canaria, muy criticada por Jerónimo Saavedra (PSOE) se aprobó por un solo voto crearla en el Senado donde el PP con Coalición Canaria, Grupo Mixto, I.U. y con nosotros se había podido sacar adelante. Para algo pues parecía que servía el Senado.

A petición de parte, ante semejante iniciativa tuvimos una especie de merienda, Arzalluz y yo, mientras se discutían los presupuestos en el Congreso, con Narcis Serra, Alfredo Pérez Rubalcaba y Txiki Benegas en el reservado del restaurant Errota Zar, contiguo al Congreso. Nos venían a pedir que abortáramos aquella Comisión. Les horrorizaba la entrada al Senado del presidente del Gobierno, Felipe González, con todas las televisiones españolas y europeas transmitiendo en directo dicha entrada. “Estamos de mierda hasta el cuello y vosotros nos queréis meter la mierda en la boca”, comentó airado Benegas. “Oye, será vuestra mierda, porque, ¿cuál es la razón por la que nos pedís y qué obligación tenemos nosotros de ayudaros en este trance con el comportamiento que habéis tenido con este asunto, con nosotros, con el estatuto y con todo?”, le contestó el presidente del EBB. La explicación que nos daban es que si no lo hacíamos iba a llegar el PP al gobierno y eso sería peor para todos.

Nosotros les argumentamos además que si Felipe no tenía nada que temer tenía suficientes tablas para torear aquel Miura y que en el Senado norteamericano ese tipo de comparecencias estaban a la orden del día y no pasaba nada de no ser que todo el cuento que nos habían narrado de la modélica transición española fuera eso, un cuento chino. Pero aquello les horrorizaba.

Fue como se ve una muy dura reunión donde nosotros nos mantuvimos en nuestros trece. Había habido 28 asesinatos y nosotros queríamos conocer qué responsabilidades tenía el gobierno y todo el mando militar y policial, como así se hacía tras cada atentado de ETA en sede judicial. Pero como el PSOE tenía el agua al cuello, (prefiero esta alusión más metafórica que la cruda utilizada por Benegas), y ante aquella negativa nuestra, decidió maniobrar y presionar cuando ya teníamos entregada una larga lista de solicitudes de comparecencias de militares, policías, guardias civiles, políticos de UCD y del PSOE, a los que ya les estaban llamando para que comparecieran.

Les dijimos, a nuestros presionantes interlocutores, que no íbamos a esa comisión con la navaja en la boca. “Vosotros no, pero el PP, sí”, contestaban. “Simplemente nos interesa establecer la responsabilidad de lo que sucedió y la del propio estado que ha utilizado unos aparatos de seguridad corruptos con el análisis simple de aplicar la ley del talión”, les argumentamos. “Tú me la haces, yo te la hago, creyendo que podían resolver el tema vasco a tiros sin saber distinguir la fiebre, el termómetro y el enfermo. En lugar de ello trataron de matar al enfermo”.

Era claro que había tres estrategias. El PP e IU solo querían erosionar al gobierno socialista yendo a degüello. Por su parte el PSOE con el apoyo de CIU, solo querían que no se investigara políticamente nada. Y la tercera estrategia, la extraña, era la nuestra. Conocer los hechos y las personas implicadas en los delitos del GAL, reservando una segunda fase de la investigación a determinar las responsabilidades políticas de todo aquello, que curiosamente nunca había sido denunciado por el rey en sus discursos de la Pascua Militar, como ahora. Combatir un terrorismo con otro terrorismo, esta vez de estado, al parecer nunca mereció una investigación política, moral o ética. Pero sin embargo, nos decían que la transición había sido modélica.

“Es un gran triunfo para la democracia, para el Estado de derecho y, sin duda, un éxito para la transparencia”. Así celebraba José María Aznar, entonces en la oposición, la Comisión de Investigación de los GAL en el Senado sacada adelante tras aquella larga lucha parlamentaria. Era octubre de 1995 pero ya en diciembre del mismo año los populares habían cambiado de idea. Una reunión del entonces miembro de la Ejecutiva del PP y exministro del Interior de UCD, Rodolfo Martín Villa, y el teniente general José Antonio Sáenz de Santamaría, les hizo recular. Dos días después del encuentro, el grupo popular liquidó la Comisión. “Lo que ocurrió es que un general del Ejército que había desempeñado tareas de Gobierno, anunció que tenía documentación sobre cuarenta casos de terrorismo de Estado ocurridos en la etapa de UCD”, explicamos indignados públicamente como la causa de aquel cierre.

Al final, ¿qué ocurrió? Que se juntaron el aceite con el agua y el hambre con las ganas de comer y el PP con el PSOE, y cerraron la Comisión del Senado con dos generales comparecientes llamados por nosotros a la puerta de la sala. El presidente de la Comisión, el canario Victoriano Ríos, respiró. El hombre había recibido presiones insoportables. Posteriormente siempre que nos veía, decía: “Sois los culpables de que perdiera cuatro kilos en una semana”. Eso fue el GAL. Un terrorismo de estado, con mil apoyos de todo tipo, por eso Barrionuevo sigue tan risueño y jactándose de su hazaña. l

* Diputado y Senador de EAJ-PNV (1985-2015)