L nivel de prestación sanitaria y cuidado de la salud pública alcanzado en Euskadi en las últimas décadas es elevado y ello ha producido un incremento importante de la esperanza de vida, libre de incapacidad. La sanidad pública es el bien social mejor valorado por los ciudadanos. Sin embargo, la sostenibilidad del sistema está siendo cuestionada por el desmesurado incremento de necesidades económicas para garantizar las exigencias del sector. En el sector sociosanitario el debate es similar, aun cuando su estructura y organización están aún menos desarrolladas.

El incremento de necesidades económicas derivadas del cambio demográfico, pero más especialmente el provocado por el constante desarrollo tecnológico (incluida la farmacia) son los dos factores más importantes que determinan la problemática de la sostenibilidad del sistema.

El sistema sanitario público vasco se ha centrado especialmente en el valor de la accesibilidad para el ciudadano (centros de salud, hospitales cercanos, y gestión de la listas de espera para garantizar una atención sin demoras); se puede afirmar que se han obtenido éxitos importantes en este apartado, una buena red de hospitales generales y comarcales por territorio y centros de salud en cada municipio. De cualquier manera, el problema de la accesibilidad para la atención especializada sigue siendo un problema no resuelto, y además la gestión de la pandemia ha trastocado este sistema.

El desarrollo de la Atención Primaria ha sido insuficiente y no se ha adaptado a los cambios sociológicos y las necesidades de los mismos. Actualmente el modelo es poco eficaz, estimula el consumismo, no es resolutivo y además no satisface las expectativas de ciudadanos y profesionales.

En la década de los 80 nos resultaba imposible superar el modelo de relación privada médico-paciente para hacer que se adaptaran los profesionales al sistema sanitario público, identificándose con el mismo, pero cuatro décadas más tarde me temo que hemos tecnologizado el sistema hasta extremos peligrosos.

La relación médico-paciente es fundamental en la sanidad, el efecto placebo de esa relación está científicamente demostrado que incide en más del 50% de la recuperación, incluso en temas tan fisiológicos cómo los traumas de la estructura ósea. Hay investigaciones científicas que demuestran que las neuronas espejo del cerebro tienen un papel fundamental en la relación cara a cara para la recuperación de cualquier enfermedad. Las neuronas espejo son células motoras que se encuentran en la corteza premotora y el lóbulo parietal inferior de nuestro cerebro. Las neuronas espejo hacen posible que el cerebro imite no solo las acciones de los demás, sino también sus emociones. Esto es lo que convierte a los seres humanos en criaturas sociales. Los científicos creen que hay aproximadamente 1.000 neuronas espejo en cada milímetro cúbico de nuestro cerebro.

La Organización Mundial de la Salud menciona cuatro aspectos clave que son como las cuatro paredes del edificio de la salud personal. Así, además de los aspectos puramente físico-biológicos, están las cuestiones de mentalidad, entorno psicosocial y espiritualidad, que también influyen en el estado de salud de las personas.

El que un ordenador diagnostique y prescriba el tratamiento a las personas pudiera resultar eficaz, como lo fue con los astronautas en los años 70, pero no en los ciudadanos atendidos por la salud pública. Sería objeto no de un artículo periodístico, sino de una conferencia explicar las razones de estas diferencias. Tenemos que conseguir una situación equilibrada en el uso de las nuevas tecnologías, que pueden aportar mucho a la relación médico-paciente. Pero no podemos admitir que se dé una asistencia impersonal e irresponsable a los pacientes de nuestro sistema sanitario público. Así el que el paciente en un hospital no pueda identificar el médico responsable de su tratamiento, creo que es una mala práctica, como lo es el que el médico casi ni mire al paciente porque está mirando al ordenador durante toda la consulta. La consulta telefónica puede ser de gran ayuda, pero nunca podrá sustituir la relación cara a cara entre médico y paciente.

La historia clínica de una persona es lo más íntimo que puede resultar, y me parece que demasiado alegremente estamos abriendo estas historias clínicas a la consulta de profesionales e instituciones de diversa índole.

Hace una década proponíamos cuestiones como las siguientes, que aún mantienen su vigencia para optimizar el sistema sanitario vasco:

1. La Atención Primaria ha desarrollado una situación de accesibilidad a los servicios esenciales. Sin embargo, existe una clara necesidad de dotarla de recursos y autonomía de gestión. Necesariamente ha de ser más resolutiva y menos burocratizada. Requiere el compromiso de equipos de enfermería y médicos que se responsabilicen de la salud de los ciudadanos de un modo más amplio. Habría que desarrollar sistemas de gestión con retribución por resultados según modelos ya ensayados, por ejemplo, en el sistema británico. Los sistemas de gestión cooperativos y de sociedades laborales entre profesionales pueden tener cabida en este apartado.

2. La política de tratamiento de los pacientes crónicos no es más que una derivada de la necesidad de ordenación de la Atención Primaria en el mundo desarrollado. Pero nada de ello será realizable sin los incentivos y el pago por resultado en este nivel asistencial.

3. Los profesionales de la sanidad suelen tener una diferente aceptación de las nuevas tecnologías. La aceptación suele ser positiva en la medida en que supone trabajar mejor y más eficientemente, pero no lo es en la medida en que supone control, evaluación de resultados y exigencias de mayor eficacia, además de unas mayores exigencias de disciplina en la administración de recursos, en la toma de datos, en las líneas de comunicación. Es además requisito para la estabilidad, disponer de un sistema de participación ciudadana y de una buena comunicación a la ciudadanía. Es imprescindible estructurar el sistema de participación ciudadana y de los agentes sociales en la Política Sanitaria.

4. Es necesario visualizar el dividendo potencial de la inversión en infraestructura sanitaria, el nexo entre el sector sanitario y las políticas en materia de cohesión social, planificación de espacios, y competitividad económica. El reto de orientar y dirigir esta labor debe ser responsabilidad del sistema sanitario, dado el elevado presupuesto gestionado por el mismo. Para ello sería interesante estudiar la estrategia finlandesa de mantener dos Departamentos o Ministerios sociosanitarios, uno financiero-económico y el otro logístico-organizativo. l

* Sociólogo