PASADA la Copa –más adelante lo comentamos–, llega el partido más esperado de la temporada para algunos. El pódium se lo disputan el derbi con la Real Sociedad y el clásico ante el Real Madrid. Tengo mi opinión, por supuesto. Me quedo con el que se ha podido celebrar todas las temporadas en la máxima categoría. La única pena es que en los últimos años se ha colado demasiada gente del equipo rival en San Mamés, algo mal habremos hecho los socios. El caso es que atractivos, todos, para un partido en el que hay muchísimo en juego y en el que ganar es vital de cara a las opciones europeas. Es curioso que en unos pocos días el cambio de competición modifique tanto los estados de ánimo pero en las últimas campañas, la Copa siempre nos da alegrías, la liga, no tantas.

Lo prometido es deuda y del partido del Espanyol hay muchas cosas rescatables. Para empezar, el dominio fue total. Es verdad que hace un tiempo hablé de los estupendos, que hay muchos. Nos ponemos estupendos y a veces no se qué creemos que tiene que hacer el Athletic. Someter como sometió el miércoles el equipo de Valverde a los periquitos no es normal. No podemos darlo por natural, hay que ponerlo en valor y admitir que no es lo habitual. Es verdad que podemos interpretar que ellos no estuvieron bien, pero mucha culpa la tienen los locales. Si todos los técnicos que vienen a Bilbao hablan del ritmo insoportable al que pone los encuentros el Athletic es por algo. Es más, el técnico rival vino a decir que para su equipo era imposible aguantar a los leones. Un lujo este despliegue.

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Es verdad que las llegadas, salvo una, no se transforman en gol pero como dice el míster, mejor llegar tú que no el rival. Cuesta mucho ganar un partido y felizmente el de Copa se ganó sin excesivos problemas. Desde fuera incluso nos daba la sensación de control total y absoluto. No creo que haya habido muchas veces en las que el bocata haya sido engullido con tanta tranquilidad. Muy poco negativo, por no decir nada. Lo de los córneres, puede, pero también lo explicó Txingurri. Lo intentaron de todas formas, por arriba, por abajo, en corto y en largo. Ni teniendo 17, que los tuvo, ya llegará, seguro. Para cerrar con el partido, tres nombres propios, Zarraga y Sancet pusieron el ritmo y la fantasía, y De Marcos una vez más, nos regaló una lección de cómo entender y jugar a este deporte.

El Real Madrid es el próximo rival y me hace mucha gracia cuando se habla de que es un equipo con problemas. Ya quisieran el noventa por ciento de conjuntos de LaLiga tener esos supuestos problemas. Por centrar el tiro, que nadie piense que el próximo partido es una oportunidad pensando en los visto ante el Barcelona en la Supercopa. Los de Xavi estuvieron enormes y dieron probablemente su mejor nivel desde que llegó al Camp Nou el técnico catalán. Ni nosotros somos el Barça ni el Madrid va a ser el mismo. Duro no, lo siguiente. Así va a ser lo del domingo.