Del análisis de los seis primeros meses de un mandato no cabe sacar conclusiones definitivas. Se concede que es un período de toma de contacto con la realidad del club. Un tiempo para familiarizarse con los entresijos, las dinámicas vigentes en las diferentes áreas, para amoldarse a los ritmos y las exigencias. El margen para redescubrir el pulso de la calle, puesto que la perspectiva previa, la del grupo de socios que aspira a cruzar el portón del Palacio de Ibaigane, no suele coincidir con la que se obtiene estando dentro. Además, ninguna directiva empieza de cero, pues asume el gobierno de un ente activo, en pleno movimiento. El fútbol nunca se detiene. De ahí que la inexperiencia propia del recién llegado se deba compensar con apertura de mente y cierta claridad de ideas o directrices, cuya viabilidad se contrasta con el saber de los profesionales que ya trabajaban en la entidad.

Dicho esto, constatar que la junta de Jon Uriarte ha ido adoptando medidas que perfectamente pueden enjuiciarse, se ha hecho ya según iban trascendiendo. Una primera valoración global daría para afirmar que la gestión transmite una inquietante falta de previsión, como si los pasos fuesen a remolque de las circunstancias. Y esto no respondería únicamente al lógico desconocimiento del terreno que pisa. Resulta palmario en la elección de cargos, no solo en el apartado deportivo. Sin ir más lejos, aún no se ha suplido a las personas que dirigían la Fundación y salieron hace un mes. Pero centrando el tiro en Lezama, cuesta entender tanto la tardanza en la designación de mandos como el perfil de los contratados.

Ninguna directiva empieza de cero, pues asume el gobierno de un ente activo, en pleno movimiento

El origen de todo se ha de situar en la campaña, con el grave patinazo resuelto con el fulminante descarte del tipo al que la directiva pretendía otorgar todo el poder que atesora un director deportivo. Aquello que increíblemente no tuvo consecuencias entonces, constituyó un error de bulto que, al margen de retratar a sus autores, se ha ido arrastrando hasta hoy, y lo que te rondaré morena. Uriarte tardó cinco meses en designar un sustituto y mientras creó un consejo de curiosa composición para salir del paso y dar así cobertura a las decisiones.

Los movimientos emprendidos desde junio a fin de dar con el perfil idóneo del director deportivo, la denominada “piedra angular” del proyecto, la persona que, entre otras misiones, debía buscar el entrenador del primer equipo, son un misterio. Pero visto que desembocaron en el nombramiento de alguien que estaba en nómina desde el inicio, promoción interna se llamó al proceso, es legítimo pensar cualquier cosa. Máxime cuando el presidente dejó caer que Mikel González reunía entre sus virtudes la asequibilidad en el plano económico. O sea, que era barato para lo que estila. Por cierto, el puesto en el organigrama que dejó libre continúa sin ser cubierto.

Antes de la designación de González, se realizaron fichajes, se dieron bajas y se acordaron cesiones, también se puso en el banquillo del Bilbao Athletic a Bingen Arostegi, una persona con pasado rojiblanco, destituida en noviembre. Los malos resultados fueron el motivo esgrimido y el citado consejo acató la opinión de Sergio Navarro, responsable de Lezama, y contrató a Álex Pallarés, sin relación alguna con el fútbol vizcaino. Un mes largo después, el peligroso deambular del equipo no se ha corregido. El funcionamiento de otros equipos, femenino incluido, tampoco está siendo satisfactorio. 

Asentada en plaza europea, la plantilla de Valverde está sosteniendo la estructura al completo

Si se excluye el balance del primer equipo, el panorama se ha de calificar de preocupante. Asentada en plaza europea, la plantilla de Valverde está sosteniendo la estructura al completo, no en vano hablamos de la referencia prioritaria a ojos del socio y del aficionado. A efectos institucionales es la gran baza de la directiva. Tal es el rol que habría que adjudicar al técnico desde el mismo veredicto de las urnas. El discurrir del tiempo le confirma como el auténtico jefe en la sombra, el eje sobre el que pivota el presente del club. El encargado de marcar tendencia en el área deportiva, tanto es así que no tuvo reparos en promocionar públicamente a González, su enésimo cable a la discreta influencia de Uriarte y sus colaboradores más estrechos. Está por ver el modo en que se resuelven temas acuciantes, como la renovación de ocho contratos que acaban en junio, con el Iñigo Martínez aún en punto muerto gracias a la incomprensible inacción de la directiva.

Temas de otra índole como la penosa organización del amistoso con el CD Guadalajara, la pobreza comunicativa del presidente, la publicidad que emborrona el uniforme a modo de único ingreso extra aportado, la desaparición de la revista oficial o el discutible contenido del póster conmemorativo del 125 aniversario, contribuyen a rebajar la nota de estos seis meses. Pendiente la “transformación” prometida, apenas hay indicios de cuando menos un avance.