COMO en la vida misma, así se le ha puesto el asunto al Athletic. Las economías familiares siempre sufren después de las fiestas y, precisamente, por eso ajustan el presupuesto en el recién estrenado año. En el fútbol, enero siempre suele ser un mes complicado, porque, entre que ha habido un pequeño parón y se abre el mercado, hay muchas incertidumbres. Esta temporada, además, el Mundial ha trastocado los planes de prácticamente todos los equipos. Entre los que estuvieron en Catar, los que no, pero, sobre todo, la ausencia de competición, el calendario es el más extraño desde que la liga existe como tal, salvando obviamente lo que sucedió durante la pandemia.

Después de un comienzo placentero en el que los viejos problemas parecían quedar resueltos, han vuelto a aparecer pero, además, todos de golpe y con escaso margen para el error. La falta de acierto, algo que en boca de Valverde no se escuchó en los primeros meses de competición, es ahora un mantra habitual en cada comparecencia del técnico. No miente, para nada. Es un problema no solucionado desde la marcha de Aduriz y, salvo en contadas excepciones, la producción ofensiva de los leones no se traduce en goles. Es cierto que en partidos concretos el equipo anotó de forma abultada, pero la entidad de los rivales nos da claves sobre dónde radican los males de este equipo.

Partidos ante el Real Madrid o Barcelona no nos deben servir de referencia para analizar a falta de una jornada para el final de la primera vuelta el Athletic de Valverde. Son otros rivales los que ponen en cuestión el rendimiento de los leones, pero sobre todo los números y las tendencias no invitan para nada al optimismo. Los datos de los últimos partidos no arrojan en lo que a guarismos se refiere buenas noticias y las sensaciones tampoco acaban de llenar la falta de gol y victorias. En resumidas cuentas, estamos como en muchas otras ocasiones viendo a Bill Murray en el día de la marmota. Pasan los entrenadores, cambia la táctica, pero sigue pasando lo mismo.

El jueves, en Mestalla, la Copa vuelve a tocar a la puerta de los leones y la oportunidad de volver a estar en las semifinales de su torneo preferido está más presente que nunca. Muchos de los jugadores empiezan a acostumbrarse a estar en esta tesitura y pese a que el sorteo podía haber sido peor, jugar en Mestalla, no era opción más compleja. La temporada pasada, los del Turia nos dejaron sin final y en esta, uno de los grandes alivios es que no está Bordalás. Gattuso hace que su equipo juegue mejor que el anterior pero también es más vulnerable. Ojalá.

En liga el asunto es más peliagudo. El empate ante Osasuna obligó mucho al equipo en Anoeta donde se perdió y la derrota ante el Real Madrid hace que prácticamente sea obligatorio ganar en Balaídos. No conseguir los tres puntos en Galicia significaría seguir inflando el globo de las dudas, pero, sobre todo, alejarse del objetivo planteado en agosto. Lo bueno del fútbol es que lo que hoy no gusta en dos partidos puede volver a ilusionar. En eso estamos. Hagamos que la cuesta sea hacía abajo.