EN un golpe de estado de guante blanco, Pedro Sánchez se ha cansado de esperar al Consejo General del Poder Judicial y ha elegido a su exministro de Justicia, Juan Carlos Campo, como magistrado para el Constitucional. Dí que sí, asaltando la judicatura de manera descarada con los amiguetes. Porque si los jueces se nombran en función de que comulguen contigo, es como si un equipo de fútbol elige a los árbitros que le pitan el partido. No bastaba con una exministra como fiscal general, ahora el pucherazo es de órdago la grande, pasándose la separación de poderes por el arco del triunfo, y sin disimulo. Decían que se iban a acabar las puertas giratorias, y lo que hay ahora son puertas abatibles, extensibles y hechas a mayor gloria de Sánchez. Mientras tanto, los del PP, no solo llevan cuatro años saltándose su obligación de renovar el Poder Judicial, si no que se manifiestan en la carrera de San Jerónimo como perroflautas pijos para pedir la dimisión de la ministra Montero. Los de Vox se enteran del show, y se les cuelan en la concentración para quitarles el sitio. Cuando han llegado los de Abascal para la foto, diciendo que eran amiguis, los otros han recogido su pancarta y se han ido al bar del Congreso para seguir jugando al mus. Habrá que revisar el VAR, a ver quién estaba primero. Y mientras tanto, el pueblo, harto de tanto circo, y tan poco pan, haciendo malabares para pagar la Navidad más cara de la historia. l

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