ACABA de ser viernes, 25 de noviembre, una isla en el mar del calendario; viernes, sí, día náufrago no solo porque Defoe dio ese nombre al compañero a la fuerza de Robinson Crusoe; un viernes, otro, engullido por la actualidad caníbal que devora fechas, traga reivindicaciones, consume dramas y confunde futuro y pasado. Y como ya no es viernes nos pegamos al televisor ante los oficios diarios de esa religión mundial que es el fútbol, formamos parte del inmenso negocio de esa multinacional del ocio que es el fútbol, consumimos el opio del pueblo que han hecho del fútbol. ¿Derechos? No, no jugarán hoy, que no es viernes, ni mañana, que no será viernes, en Catar, donde la religión y el negocio, el pasado y el futuro, se confunden porque la religión es parte del negocio y el negocio es religión oficial, donde no hay 25-N ni nada parecido, donde el drama, que es diario, no solo en viernes, se oculta tras estadios levantados con sangre inmigrante, donde se dice que el fútbol lo cambiará todo para confundir futuro y pasado mientras nada cambia. Acaba de ser viernes, día de guerra y muerte en la Europa que se desangra. ¿Ucrania? No, no juega en Catar. Se juega la vida. Desde un viernes 25. De febrero. Son ya 39 viernes. Y nos pegamos al televisor con el velo del fútbol sobre los ojos, con el burka del fútbol, que lo tapa todo. El siguiente 25-N será sábado, no habrá mundial y un día antes habrá sido viernes, otro viernes. l