EL debate fiscal acaba casi siempre en un combate cuerpo a cuerpo lleno de golpes bajos. Hablamos de algo que le toca el bolsillo a todo el personal y que es una fortaleza rodeada de un foso de ruido por lo general insoportable. Se trata de una cuestión estructural, vertebradora, sobre la que toda la parroquia opina y cuando lo hacen algunos partidos se contradicen en función de si están en el Gobierno o en la oposición. Eso no ayuda en nada a los contribuyentes a la hora de enfocar la cuestión. A decir verdad, el análisis certero no es cuántos pelos se deja uno en la gatera de Hacienda, sino si merece la pena dejar dinero en las arcas públicas. En definitiva, hay que analizar si se percibe retorno por parte de la administración. Obviamente no se trata de pasar por caja por pasar. La reflexión a realizar es en plan apuntar en un folio cinco cosas buenas y cinco malas de pagar impuestos. Cada uno tendrá su punto de vista personal. Pero no se puede perder la vista a que hay personas –y la mayoría no tiene cara de piedra– que necesitan el apoyo de las administraciones públicas para algo tan básico como sobrevivir. La fiscalidad es uno de los muros de carga de las sociedades modernas. Así que hacen bien las administraciones vascas en ponerse de perfil ante el runrún que llega desde la Meseta. Los muros de carga se pueden pintar, empapelar o modificar para mejorarlos. Hasta se pueden colgar cuadros de ellos. Lo que no es recomendable es hacer agujeros.