LA cifra oscila entre la veintena y la treintena. Eso es lo de menos. El caso es que seres humanos, como usted y como yo, murieron intentando saltar la valla de Melilla en busca de una vida. Porque la guerra no es vida. Las torturas no son vida. La extrema pobreza no es vida. Que te mire la Policía malherido, amontonado en el suelo entre otros cuerpos, como si fueses escoria no es vida. Que además te meta un porrazo no es vida. Las responsables son las mafias que trafican con seres humanos, dice Sánchez. Peor me lo pone. Porque si han traficado con ellos, serán víctimas ¿no? Que yo los veo en las imágenes apilados, extenuados, inertes y no me cabe ni la más mínima duda de que lo son, pero debe ser cosa mía porque allí nadie los asistía. Nadie les ayudaba a incorporarse. Nadie les ofrecía agua. Nadie les curaba las heridas. Medio centenar de personas, como usted y como yo, fallecieron asfixiadas en el interior de un camión en Texas tras cruzar la frontera con México en busca de una vida. Transportados peor que el ganado. Qué digo yo, peor que la mercancía, que viaja con estrictas normas de seguridad y temperatura. Rociados con unas especias para carne para que no los olieran los perros. Como si fueran eso, carne, en vez de hombres, mujeres y niños. Otra veintena de personas, como usted y como yo, fueron encontradas muertas de sed en el desierto de Libia. Viajaban en busca de una vida. Son seres humanos desesperados, pero mueren como moscas.

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