FUEGO por los cuatro costados. Prenden la mecha los barones del PP con las gangas fiscales. Una llamarada tan expansiva que un Gobierno enrabietado trata de sofocar quemando los bolsillos de las grandes fortunas. Además, siguen echando gasolina con despreciable desparpajo ese ramillete de jueces desafiantes de la Constitución que llevan a Lesmes a dimitir de verdad. Y vuelve a salir el temerario Page con un discurso incendiario que muchos de los suyos comparten en silencio pero que solo él, encantado como verso suelto, se atreve a decir sin remordimientos ante la indignación del orden imperante. Aunque para rebelde incendiaria ahí está Macarena Olona destapando sin pudor las vergüenzas que ella compartía en VOX hasta que salió chamuscada. Tampoco le anda a la zaga la vanidosa marquesa Cayetana Álvarez de Toledo enarbolando en auténtico desafío a su todavía partido el alarmante 155 educativo para esa Catalunya a la que sigue sin entender desde su soberbia intelectual. Una deslealtad más al PP, quizá la disculpa suficiente para ocupar el vacío que la nueva amiga de Mario Conde va a dejar a la derecha de Abascal.

En la desesperada búsqueda del voto, los dos únicos partidos con capacidad electoral y teórica responsabilidad de Estado han decidido intencionadamente fiar su suerte a alimentar una cruzada entre pobres y ricos. Unos, rebajando el tramo autonómico del IRPF y el gratis total en Patrimonio. Otros, a salto de mata, y sin encomendarse a nadie de sus habituales apoyos parlamentarios, remiendan una idea de hondo calado progresista de sus socios, aunque sea la misma que habían despreciado hace apenas tres meses, con el propósito de atornillar teóricamente a los millonarios.

Es muy factible que ambos gestos tan opuestos acaben, paradójicamente, en meros guiños para la galería. Que haya más ruido que nueces. Que a la hora de rendir cuentas no aporten nada sustancial. Pero su golpe de efecto es innegable por la carga ideológica que entrañan. Enardecen a sus respectivos hooligans. Un auténtico cuerpo a cuerpo entre quien manda y quien le quiere segar la hierba a sus pies. Feijóo está encantado con la onda expansiva de la maniobra, especialmente de la apuesta de Moreno Bonilla. Sobre todo, tras comprobar el desmedido ataque de nervios del ministro Escrivá que obligó al Gobierno a sacar la manguera para sofocar sin demora esa desaventurada apuesta por la centralización de los impuestos como si olvidara el modelo territorial del país donde vive.

PSOE y PP se vigilan de reojo, angustiados porque sienten el devenir de su suerte encerrado en un puño. La ocasión pintiparada para la contraprogramación improvisada y la búsqueda desaforada de los titulares rimbombantes y las adhesiones inquebrantables como ocurrió hace unos días. Solo Page volvió a salirse del guion. Le carcome la zozobra de una temida derrota en Castilla La Mancha hasta el extremo de que pone nombre sin recato a los culpables de este desastre que augura. En La Moncloa se están cansando de aguantar sus reproches. Aunque no le falta razón, dicen, mejor solidarizarse con el silencio cómplice justo ahora que arrecian los vientos huracanados.

En tiempos de zozobra inflacionista, de inquietud socioeconómica, la fiscalidad no es una cuestión baladí. Abona la tentación del populismo, de las medidas efectistas de vuelo raso. Esas que miran urgidas desde ya a mayo de 2023, ese examen tan temido como deseado que se está empezando a librar sin disimulo. A él acude cauto Feijóo, acude retador Sánchez. Prudente el gallego porque asume que se le puede hacer muy largo el rally hasta las generales y por este Madrid que no es Galicia, sobre todo para mal. Desafiante el presidente socialista porque le va en su ADN el arrojo y las gotas de suerte a las que acostumbra cuando se juega el tipo, y que lo hace con frecuencia y astucia. De momento, degusta la gloria que le supone disponer del mayor techo de gasto jamás conocido. La mejor vibración posible para soñar con la aprobación de unos Presupuestos expansionistas que le allanen el camino en la recta final de un mandato que el común de los mortales intuye convulso desde el mismo escrutinio de las próximas municipales y autonómicas. Hasta entonces, ahí queda inmortalizada esa intervención cuidada escrupulosamente en la forma, dentro del marco impagable de la ONU, y que sigue cincelando su proyección particular. El siguiente paso, el mando de la Internacional Socialista. Muchos compañeros de Sánchez durante aquella etapa de concejal incipiente alrededor de Cibeles no paran de frotarse los ojos. l