DESPISTANTE sumo pontífice de los católicos: Comprende uno que está usted rodeado de purpurados rancios que se la tienen jurada, pero sigue sorprendiendo que cada pasito adelante sea acompañado de otro hacia atrás. Aunque fuera una obviedad como la Capilla Sixtina, se le aplaudió que dijera que la homosexualidad no es un delito. Pudo haber sido mucho más claro, pero, insisto, nos hacemos cargo de su situación. Lo que no cabe es que, ante las presiones de esos cuervos trabucaires, haya sentido la necesidad de matizar que “las relaciones homosexuales son pecado del mismo modo que lo es todo contacto carnal fuera del matrimonio”. Si esa frase es signo del progresismo que se le atribuye, que baje Dios y lo vea. Literalmente.