DEFINITIVAMENTE, las mujeres y los hombres del Renacimiento del siglo XXI son las juezas y los jueces. Es que no hay una navaja suiza más completa. Lo mismo le dan a la filología para decidir qué nombres se pueden poner y cuáles no, que a la epidemiología para decretar que los virus chinos no entran en los bares y por tanto no procede su cierre en pandemia o, como acabamos de ver, se atreven con la organización de los servicios sanitarios de un gobierno elegido por la ciudadanía. Total, ¿qué van a saber los técnicos con quinquenios de experiencia y el culo pelado sobre cómo procede distribuir las especialidades médicas más delicadas sobre el mapa hospitalario del país?

Pues les parecerá una exageración o una reducción al absurdo. Ya quisiera yo que fuera así. Pero, como ya habrán leído y escuchado, una togada de lo contencioso-administrativo de Gasteiz ha mandado paralizar la fusión de los servicios de cirugía cardíaca de Basurto en el hospital de Cruces. Y sí, uno comprende y no niega que la sanidad pública no pasa por su mejor momento, y que el nivel de prestaciones ha decaído. Ocurre que esto no iba de recortes sino de lo contrario: de mejorar sustancialmente la oferta anterior. La centralización en Cruces –¡a cinco minutos de distancia de Basurto!– supondrá la optimización de la atención a quienes padecen una enfermedad coronaria que requiere el paso por quirófano. Pero la demagogia facilona unida a intereses personales (comprensibles en lo humano, pero personales al fin y al cabo) han provocado que una suseñoría que quizá no distinga una vena de una arteria decida sobre la salud de la ciudadanía. l