FUE un gran titular de mi compañera Míriam Vázquez el pasado martes: “Los gobiernos vasco y español se reunirán para analizar las opciones de culminar las transferencias”. Ojo, no para seguir con el calendario ya trazado hace un buen rato que pone negro sobre blanco cuándo debe materializarse cada competencia incumplida. Qué va. En eso ya llevamos ni me acuerdo cuántos aplazamientos porque a Moncloa le sale de la sobaquera. Resulta que el anunciado encuentro tiene como objeto ver si es factible cumplir con lo prometido y rubricado pomposamente.

No era un cambio de cromos para apoyar este decreto ley o aquel otro. Ni siquiera con la contraprestación del respaldo a los presupuestos. Se trataba, cuántas veces habrá que aclararlo, de un pacto de investidura. El PNV contribuía a que Pedro Sánchez llegara al gobierno con la condición de que el aupado al poder se comprometiera a recorrer una hoja de ruta que contuviera las fechas de entrega de lo que el Estado español viene debiendo a los tres territorios de la Comunidad Autónoma desde hace 43 años. Oigan, que no es un capricho repentino ni una subida a la parra del voraz e insaciable nacionalismo. ¡Que estamos hablando de lo que hace más de cuatro decenios se aseguró en el BOE que no debería llevar más de un mes! Así que, volviendo al principio, vamos a ver si dejamos claro que esto no va de “analizar opciones de culminar las transferencias”, sino de culminarlas de una santa vez. Teniendo claro, cuidado, que una vez culminadas, llegará el momento de reclamar lo que también tenemos pendiente: un nuevo estatuto.