Donde dije Digo...

– Tiene uno que reírse. Anda que no habremos oído a Ximo Puig echando pestes por la insolidaridad (cuando no hablaba directamente de dumping) de los cuatro territorios con Concierto o Convenio por su singularidad fiscal. En las últimas semanas, el mandarín valenciano también ha mostrado su cabreo ante las gangas tributarias anunciadas en Andalucía y hasta se ha manifestado partidario de sacar la tabla rasa para evitar que cada cual haga de su capa un sayo. Pues miren por dónde que ayer Puig anunció, ni corto ni perezoso, una rebaja del IRPF para quienes ingresen menos de 60.000 euros anuales, que son la inmensa mayoría de los contribuyentes de su comunidad. Y como decían aquellos charlatanes de las ferias, eso no es todo. Además, la rebaja tiene carácter retroactivo a 1 de enero de este año y, de propina, se aumentan todas las deducción autonómicas en un 10 por ciento. Esto último es un pequeño pico, pues hablamos de alquileres, ayudas para reformas en viviendas, nacimientos, adopciones…

Punto para el PP

– Lo divertido rozando lo morrudo es que el feliz anunciante ha calificado el paquete de medidas como “reforma fiscal progresista”. Casi ni se nota que el hombre está a ocho meses de pasar por las urnas y las encuestas no le aseguran la continuidad, así que la directa ha sido entrar de hoz y coz a la reyerta fiscal que se ha abierto en Hispanistán. Punto que se anota el PP de Feijóo, que fue quien abrió este melón tramposo en el que, especialmente en tiempo de vacas flacas, lleva las de ganar. La prueba es que, ante la propuesta valenciana, Moncloa ha manifestado distancia gélida, cuando no pura y dura contrariedad. Su conmilitón Ximo le ha hecho un siete al argumentario del gobierno de Sánchez. Ahora resulta difícil pedir que haya coherencia en los tributos y que no se entre a locas subastas.

Cuestión de justicia social

– Por la parte que nos toca a los ciudadanos de la demarcación autonómica y de la de foral, haríamos bien en permanecer vigilantes, no se vaya a aprovechar el viaje para uno de esos cepillados por la puerta de atrás que ya se han aplicado a nuestras competencias propias. Todo eso, si vamos al nudo de este falso debate, sin perder de vista que la fiscalidad es una herramienta para la justa redistribución de la riqueza en un territorio concreto y en un momento concreto. Eso quiere decir que no hay una fórmula que valga exactamente igual para todos los lugares ni para todas las situaciones económicas. Eso sí, hay algo que no cambia: el objetivo de los impuestos es financiar los servicios públicos.