La palabra del momento en el ultramonte diestro es soberbia, pecado capital que atribuyen en masa a la ministra española de Igualdad, Irene Montero. Hagamos recuento.

La soberbia frágil”, se anota la primera mención Luis del Val en el título de su columna en ABC. En la letra pequeña, más: “En este mes de enero, podemos observar la crecida de las aguas que llevará a ahogarse a una ministra, la que desoyó los consejos de los sabios, despreció los anuncios de los técnicos, y, con esa convicción de los soberbios, al creer que nunca se equivocan, redactó y puso en marcha una ley que produjo unos efectos contrarios a los deseados. Y, en lugar de admitir –aunque fuese de manera leve– el error, culpabilizó a los inocentes jueces por no saber interpretar sus deseos, a la vez que los acusaba de machistas”.

Ojo a la gradación: de “La soberbia frágil” de Luis del Val pasamos a “La soberbia asesina” de Inma Lucas en Vozpópuli. Eso, en el título. En el texto tiene más versiones: “Soberbia infantil, soberbia política, soberbia en definitiva, para no enmendar una ley que, con sus fisuras, lagunas o interpretaciones, está propiciando que centenares de víctimas se sientan en estos momentos vulnerables al saber que su violador, su acosador sexual, está en libertad”.

"Con soberbia se puede mandar, pero no es posible gobernar. No hay declaración en la que Montero no luzca esa soberbia

Félix Madero (Vozpópuli)

Su compañero de opinadurías Félix Madero añade una más, atribuyendo el pecado, además de a Montero a otra compañera de partido y gobierno: “Ni Irene Montero ni Ione Belarra son conscientes de que la arrogancia, ni siquiera la equivocación y el disparate de sus ideas elevadas a leyes, no es otra cosa que la síntesis perfecta de la soberbia. Y con soberbia se puede mandar, pero no es posible gobernar. No hay declaración en la que Montero no luzca esa soberbia. No hay plano en la televisión en el que Belarra no aparezca enfadada. Cabreada más bien”.

En The Objective, Alejandro Molina va un paso más allá y se mete, directamente, a psicoterapeuta de todo a cien: “Tengo leído que entre los jóvenes es muy frecuente -nos dicen los psicólogos- que aparezcan problemas para tolerar la frustración cuando no consiguen algo que desean o la atención de los demás. En el caso de Irene, en la elección de su deseo tiró por elevación, y siguiendo al utópico Petrashevski, ella, «incapaz de encontrar nada en los hombres o en las mujeres que mereciera [su] adhesión, decidió dedicar[se] al servicio de la humanidad»; al de la mitad de la humanidad para ser exactos, la integrada por las mujeres, o eso dice ella. A ver quién es el guapo que tasa esa frustración”.

En línea parecida, Toni Bolaño (La Razón) reduce a la ministra en niña enfurruñada: “Cuando a los niños se les corrige cuando hacen alguna cosa de forma incorrecta, la primera reacción es el rechazo. Cuando de las palabras se pasa a los hechos y se les obliga a cambiar su forma de actuar llega «la pataleta». Si la cosa se complica, los críos utilizan su arma letal: el berrinche. Los menores tienen reconocido el derecho al pataleo y el berrinche como forma de protesta, pero la cosa cambia cuando hablamos de mayores. En la Ley del «solo sí es sí» hemos pasado de la soberbia infantil, en palabras de Manuela Carmena, a la pataleta por parte del Ministerio de Igualdad dirigido por Irene Montero”.

Ya sin mentar la palabra tabú, también en el diario azulón, José Antonio Vera saca otro comodín clásico, el de la ruptura de la coalición de gobierno. Es lo que llevan anunciando desde que se formó, pero según el amanuense del diario de Marhuenda, esta es la buena: “El enésimo desencuentro del sanchismo con el podemismo parece ahora más grave. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, cada partido se ve en la necesidad de diferenciar el mensaje. Las relaciones internas dentro de la coalición no van bien. No ya solo por esta ley disparatada, por la ley «Trans» y por las diferencias sobre Ucrania, sino porque los sondeos dan el triunfo a la derecha y se empiezan a poner nerviosos”.

También el editorialista de ABC apunta por ahí: “Reconocer ahora que la técnica legislativa fue imperfecta escenifica una escisión en el Gobierno y decanta la autoridad del lado socialista al intervenir un proyecto especialmente significativo para Podemos y para el Ministerio de Igualdad”. No se atreve a aventurar si la escisión se traducirá en ruptura.

"La ira podemita no se dirige en público contra sus socios, sino contra la derecha, una señal clara de que esta guerrita no va lo suficientemente en serio como para tener consecuencias"

Cristina Losada (Libertad Digital)

La apuesta de Cristina Losada en Libertad Digital es que, una vez más, la sangre no llegará al río: “La causa de estas airadas reacciones es la decisión socialista de enmendar la ley, sí o sí. El sector reaccionario que presiona es el PSOE. Pero la ira podemita no se dirige en público contra sus socios, sino contra la derecha, una señal clara de que esta guerrita no va lo suficientemente en serio como para tener consecuencias. Romper la coalición no entra en los planes de ninguno de los que la componen. Con salvar el ego se conforman”.

También Luis Ventoso (El Debate) está convencido de que el asunto volverá a quedarse en bronca pirotécnica. He aquí los dos motivos que esgrime el subdirector del digital ultracatólico: “Desde su burbuja de sectarismo histérico, Irene Montero continúa pretextando que toda la crisis atiende a «una ofensiva indecente de las derechas política, mediática y judicial». Pero no será destituida por su alteza Pedro El Débil. Primero, porque no puede. Segundo, porque al fin y al cabo él es el auténtico culpable del destrozo. Él es el presidente que dejó hacer a una indocumentada de dudoso equilibrio político y moral”.

"Irene Montero no ha dimitido por mentir, ni por una ley chapucera, ni siquiera por haber fracasado en su gestión"

Maite Rico (El Mundo)

La columnera de El Mundo Maite Rico es de la misma opinión. No habrá ruptura, ni dimisión, ni destitución. Así que habrá que pensar en otros métodos: “Irene Montero no ha dimitido por mentir, ni por una ley chapucera, ni siquiera por haber fracasado en su gestión. Ahora bien, ¿dimitirá por dignidad, ahora que la facción socialista del Gobierno ha decidido reformar la ley (si las mujeres no importan, las encuestas electorales sí)? Tampoco Pedro Sánchez tiene autoridad moral para destituirla. Después de todo, él apoyaba esa ley, «ejemplo para el mundo». Creo más bien que nos corresponde a nosotros sacarlos con los votos. A todos. Necesitamos recuperar la cordura”.