SON sensaciones encontradas y agridulces; sentimientos en claroscuro. Eso es lo que se deduce del Estudio de Opinión Pública de Bizkaia del segundo semestre de 2022 realizado por la Diputación Foral, desde donde se advierte que la sociedad mira al horizonte con buenos ojos y al presente con preocupación. Se diría que la sociedad de este nuestro territorio se siente convaleciente tras horas en el quirófano –te duele todo: las agujetas por la postura de la pandemia, el miedo a que se abra la cicatriz, la incertidumbre sobre cómo evolucionará el enfermo...– pero esperanzada. La intervención ha sido exitosa y es de suponer que nada se torcerá en la recuperación. Si han pasado por ese trance saben de qué les hablo.

El estudio se puede interpretar de mil maneras distintas, claro. También transmite la sensación de que la ciudadanía se siente aún en las entrañas del túnel tras tres tristes tragos (léase con el soniquete de los trabalenguas...) en otros tantos años de pesares pero que ya se observa una luz al final de camino. Intuyen, intuimos, que es la boca de salida aunque los pájaros de mal agüero dirán que puede ser un vehículo que viene de frente. Quedémonos con la primera opción.

Los papeles del informe sociológico aseguran que seis de cada diez personas ven el futuro de Bizkaia con bastante o mucho optimismo. También dicen que no se evaporan las preocupaciones de siempre, la necesidad de impulsar a las locomotoras tractoras: la economía, el empleo y la sanidad. Las ven aún un punto renqueantes y transmiten la sensación de que aún preocupan. Un 60% de las personas entrevistadas se sienten preocupadas por la situación general, a los que se suma el agobio y el estrés, en un 43%, y el cansancio, en un 53%. Estrés y cansancio, válgame Dios. Son dos quejas recurrentes y me temo que incurables. Son el pan nuestro de cada día.