TODO un detalle, no me digan que no. Es todo un regalo camino del fin de año. La decisión del Ayuntamiento de Bilbao de ampliar dos horas los horarios de cierre para la hostelería tiene un sabor a fiesta: como si invitasen a una ronda para la gente noctámbula y como si inyectase una dosis de esperanza a la hostelería nocturna. Digamos que es la cara de aquella cruz que maltrató con dureza a la hostelería. Esa ampliación agranda la ilusión de todos.

Cuentan que la hora de cierre dependerá del ritmo de trabajo en cada establecimiento. Esas cenas entre amigos, con la familia; esas celebraciones con los compañeros de trabajo, esos regresos a casa por Navidad que tanto se celebran. Todo ese tipo de reuniones encuentran ahora algo de desahogo, una anchura que se festeja.

No ha sido la primera vez que se apuesta por la flexibilidad horaria. Habrá gente, siempre hay intransigentes en todos los órdenes de la vida, que protestará. ¿Por qué ayudan a la hostelería y no a mí o a ti?, se preguntarán. Lo cierto es que los fines de semana agraciados por este premio no solo facilitan la vida a la hostelería. Son, somos, una legión los que agradecemos la posiblidad de una sobremesa relajada y no llegar al postre contrarreloj.

Así las cosas la noticia suena bien para la inmensa mayoría. Ahora solo hace falta que todos sepamos sacarle partido a esta puerta que se abre ante nosotros. Hemos de ser capaces de sacarle felicidad a esta oferta y no usarla en plan salvaje, otra posibilidad que también atrae a determinados pájaros nocherniegos. No nos pongamos en lo peor. Espero cruzarme con algunos de ustedes una de estas noches cualquiera. Saludémonos y difrutemos de la oportunidad que nos brindan. Hagamos justo eso: bridemos con alegría todos estos días, gocemos de la ocasión. Dos horas dan de sí una barbaridad, ya lo saben. O por lo menos lo suficiente para disfrutar.