A incertidumbre respecto a la situación internacional y sus repercusiones está aumentando a medida que las dificultades se van sumando y los problemas se enquistan, lo que está generando una cada vez mayor preocupación por su impacto sobre la economía en general, y la vasca en particular. La guerra de Ucrania está provocando una crisis generalizada desde hace ya casi cuatro meses sin que se vislumbre su final. A ello se ha sumado en los últimos días el conflicto diplomático y económico entre España y Argelia, que presumiblemente tendrá repercusiones directas en algunas empresas, pero también un impacto que puede conllevar mayores alzas en los costes de la energía, y concretamente en el precio del gas, tal y como explicó ayer el lehendakari, Iñigo Urkullu, en el Parlamento, donde anunció la creación de un grupo de trabajo con las empresas afectadas para afrontar la situación. La complicada coyuntura, siendo preocupante, está siendo enfrentada en Euskadi con ciertas garantías fruto de la tradicional fortaleza con que cuenta su ecosistema industrial, que dota de vigor y blindaje a su economía. Un polo industrial que debe seguir siendo una apuesta de país como motor económico. En los últimos días, la coincidencia de la celebración de la Bienal de Máquina Herramienta tras cuatro años de ausencia por la pandemia y de la junta de accionistas de Iberdrola han permitido percibir la vital importancia de la existencia y consolidación de ese polo industrial vasco, en especial en el contexto de una situación global complicada. El balance de la Bienal ha sido satisfactorio para una feria que ha demostrado al mundo -han acudido 35.000 visitantes procedentes de 51 países- la capacidad y potencial industrial de Euskadi. En cuanto a Iberdrola, tanto su actividad en la CAV -más de 1.800 millones de euros- como su repercusión directa en los proveedores vascos, sus inversiones y su fuerte impacto fiscal fruto de su apuesta por mantener la sede en Euskadi suponen una aportación de primer orden. Son estrategias de economía productiva, frente a otras más volubles o especulativas. En este sentido, el Gobierno español debe apostar por poner en marcha sin más dilación la transformación económica productiva basada en la innovación que permiten los fondos europeos, más que a adoptar medidas cortoplacistas que se están revelando poco eficaces. l