L duro enfrentamiento que ha tenido lugar en días pasados, incluidas agresiones físicas mutuas, entre jóvenes de la izquierda aber-tzale oficial representada por Ernai y disidentes que rechazan el giro emprendido por Sortu aglutinados en el Movimiento Socialista o Gazte Koordinadora Sozialista (GKS) se antoja mucho más profundo que una mera disputa ocasional. Que el motivo o desencadenante de estas hostilidades sostenidas en público haya sido el material de un gaztetxe o la instalación de unas txosnas en las fiestas de algunos pueblos no puede oculta un mar de fondo en el que se vislumbra una descarnada lucha por la hegemonía y el poder de un sector que históricamente ha estado unido y disciplinado fundamentalmente en torno a la autoridad indiscutida de ETA y al poder de coerción implícito y explícito que desempeñaba el ejercicio de la violencia, incluida la kale borroka. Lo novedoso es tanto el nivel alcanzado en las desavenencias -que siempre han existido en la izquierda abertzale, aunque habitualmente ocultas o en la sombra- como que los desencuentros no solo no se nieguen -pese a algunos intentos iniciales- sino que incluso se han ventilado en la plaza pública, lo que es también significativo. Estos cruces de acusaciones han tenido el efecto de incrementar la tensión, aunque de momento sin alcanzar niveles preocupantes, y el conocimiento público de la dimensión de parte de la disidencia de Sortu y EH Bildu, lo que probablemente esté en el ánimo de GKS, que, siendo minoritario, ha logrado un inesperado altavoz gracias a la reacción de Ernai. Es destacable que las principales acusaciones mutuas lanzadas entre ambas facciones (agresiones, utilización de la “violencia organizada” con el objetivo de someter a otras corrientes a “aspiraciones políticas particulares”, robo de material, ataques “al barrio”, “señalamientos”, “despidos políticos”, etc.) no distan un ápice de las practicadas tradicionalmente por la izquierda abertzale contra diversas organizaciones y siempre desmentidas sistemáticamente por el entorno radical, calificándolas de “montaje”. Lo que viene a significar que siempre han existido, aunque el objetivo fueran otros grupos. Sortu y, por extensión, EH Bildu deben gestionar estas tensiones, evitando la confrontación violenta que puede recrudecerse en las fiestas veraniegas, que han generado cierta alarma social.