Ir a la consulta del dentista y que te dejen con la boca abierta o con un buen sabor de boca son unos chascarrillos muy manidos, pero esa es la agradable sensación que me dejó mi paso por el ambulatorio bilbaino de Areilza por la excelente atención recibida de la odontóloga y la enfermera este pasado 31 de enero y a las que me resultaría muy difícil identificar por estar con la mascarilla correspondiente. Ese efecto me lo produjo su atención, su amabilidad, su tremenda cordialidad y fluida información, a pesar de que lo que me decían no me gustaba nada por la más que probable pérdida de piezas dentales ya muy degradadas. Lo dicho, un gustazo que quiero hacer público, de la buena atención en la sanidad pública, a la que tenemos que seguir defendiendo de los recortes políticos y privatizaciones maquiavélicas.