ESTAMOS acostumbrados a vivir día a día con la incertidumbre de nuestro propio futuro. Sin embargo, vamos saliendo adelante con más o menos acierto. Así es nuestra existencia. En ella las circunstancias mandan. Y en estas, el colchón de ahorro de la pandemia puede que ya esté agotado mientras que la escalada de los precios toma sus posiciones. Todo en una economía que en su conjunto resiste. Pues, según las previsiones del FMI para este año, España evitará la recesión, y la crisis económica tocará fondo, con un mercado laboral congelado.

Aguantar marea

El devenir de los hechos y de las políticas irán ajustando estas predicciones. Como lo harán también con el cálculo de Sánchez al trazar que entre los nostálgicos del procés abucheando la cumbre en Barcelona y los manifestantes en Madrid por “España, la democracia y la Constitución”, queda la inmensa mayoría de los españoles identificándose con él. Claro que para el ajuste de este algoritmo faltaría una parte: que el gobierno ha estado negociando con esa nostalgia, la de los independentistas vascos y catalanes.

En cualquier caso, la vigesimoséptima cumbre hispano-francesa de Barcelona representa la realidad de la cooperación dentro de la red europea con la vertebración de un eje franco-hispano, habida cuenta del debilitamiento del eje franco-alemán. Vertebración a la que acaba de incorporarse Berlín, la primera potencia europea, al adherirse al corredor de hidrógeno verde H2Med.

Mientras, los nostálgicos del procés se recrean con una fantasía en adobo, sin futuro previsible, quedándose marginal y unilateralmente en un contexto de populismo electoral. Populismo y crispación que también han protagonizado el boicot y escrache al acto de nombramiento como alumna ilustre a la presidenta de Madrid; pero esta vez en el paisaje del Campus donde las ideas diferentes e incluso opuestas se articulan para avanzar socialmente. Existen grandes desafíos como siempre. Y Europa, según Jean Monet, se construye sumando soluciones para ellos. Nunca a través de la crispación o el unilateralismo. La creciente incertidumbre que nos produce la guerra y su escalada es el más acuciante. Solo el presidente ruso y él solo en nombre de su pueblo ha establecido la destrucción. Mientras que el pueblo ruso se lamenta de la pérdida de familiares, amigos y conocidos, y se cuestiona cuándo acabará este horror que está deteriorando también a su futuro. Habiéndose llegado a un escenario donde el conflicto bélico es una cuestión muy difícil de resolver.

Encontrar el camino para un ejecutable acuerdo de paz, bien entre ambos adversarios o con la intervención de países neutrales no tiene perspectiva de ser factible. Ucrania pretende resistir, recobrar todos los territorios ocupados incluyendo Crimea y las regiones del este, y obtener una victoria. En este objetivo y para la obtención de acorazados ligeros de combate y más ayuda de occidente, estarían las palabras de Zelenski: “Cada día de retraso supone la muerte de ucranianos. Pensad más rápido”.

Evitar el riesgo de confrontación en suelo europeo está orientando a que se evite que Putin tenga éxito en su agresión. Además, Putin está siendo calificado de incompetente en esta guerra con Ucrania y acusado de corrupto por el grupo Movimiento Imperial Ruso (R.I.M). Un grupo radical, supremacista blanco, zarista y paramilitar, con conexiones a lo largo de Europa y alienado parcialmente con el gobierno ruso. Posicionado en la línea rusa de sembrar el caos en Europa y en gobiernos de occidente. Y falso sospechoso de realizar la operación del reciente envío de cartas bomba en España.

Con todo esto, la posibilidad de convencer a Putin para una paz negociada puede estar ya cerrada.

Analista