En torno al Cupo y el Concierto, hay todo un discurso del que se vive bien a base de crear estado de ánimo contra los “privilegiados vascos” –los de la CAV, que en Nafarroa el mismo modelo no parece escocer–. No hay peor ciego que le que no quiere ver, y todo eso, pero insistimos por enésima vez en algunos datos fríos.

Uno. El Estado hace sus cuentas unilateralmente y luego gira la factura de las competencias que ejerce. Se la refanfinfla que la recaudación aquí sea alta o baja. Pagas un 6,24%. Ahora ha elegido subir el presupuesto al margen de las previsiones económicas a la baja y, lo que no se llegue, se endeuda.

Dos. El 6,24% del interés creciente de esa deuda lo amortiza también Euskadi.

Tres. Los vascos aportan al Fondo de Compensación Interterritorial, que revierte en las necesidades de las demás autonomías. Y bien pagado está, por cierto. Hoy por ti,...

Cuatro. Para 2023, anuncian para Euskadi un 14% más de inversiones sobre las de 2022 –grandes aplausos–, claro que venimos de presupuestar ese año un 8,5% menos que en 2021. En el último año auditado, la ejecución de esas inversiones fue del 52%. Iban a venir 534 millones y llegaron 280. Ya pueden soltar un “oooooh” muy grande.

Cinco. El mágico 6,24% que paga Euskadi en las partidas del Cupo describe al peso de la economía vasca en el PIB estatal... hace 41 años. Hoy, somos el 5,9%. Por comentar.

Seis. La transferencia de competencias haría suponer que el montante del Cupo se reduzca progresivamente –menos funciones del Estado, menos a pagar–; el del próximo año sería el más elevado en 4 décadas.

Sin acritud, que números hay infinitos, voceros del privilegio vasco: dejen de mentir para pagarse el sueldo. Si no les gusta el modo en que a los territorios forales se les impuso hace siglo y medio su relación con España, no hagan dramas. Si divorcios hay todos los días. Y quedamos como amigos.