A realidad trágicamente cronificada de las rutas de la inmigración con el último intento de asalto a la valla de Melilla que dejó el pasado viernes casi una treintena de muertos, reactiva el debate sobre el papel de Marruecos y España en el drama migratorio habida cuenta además de la nueva relación entre el Ejecutivo de Pedro Sánchez y el reino alauí. El giro protagonizado por España en sus relaciones con Rabat abandonando su postura oficial sobre el Sahara se ha pagado con miles de inmigrantes agolpados en la ciudad marroquí de Nador después de que el cambio de postura española se asumiera con nuevas cesiones y un mayor control de las fronteras para evitar la entrada masiva de inmigrantes en situación irregular. Los hechos han demostrado lo contrario en los últimos días con la masacre a las puertas de la ciudad autónoma y decenas de muertos agonizando entre la multitud como así han denunciado las ONG pro derechos humanos. En las últimas horas, el Gobierno de Sánchez elogiando la buena actuación de las fuerzas de seguridad marroquíes ha ejercido una adhesión a sus nuevas relaciones avalando la explotación del drama migratorio que firma recurrentemente Marruecos. La opacidad del Estado con respecto a las fronteras no resulta novedoso y las alabanzas a las autoridades marroquíes no ayudan a aclarar lo s sucedido. La nueva etapa de relaciones confirmó la puesta en marcha de una hoja de ruta para garantizar la integridad territorial de ambos países que, tras los últimos sucesos, se ha puesto en entredicho ya que se trata del primer salto masivo desde que Madrid y Rabat sellaron la nueva etapa diplomática con acuerdos dirigidos a la cooperación en el control de los flujos migratorios, además de reabrir los pasos fronterizos entre Marruecos, Ceuta y Melilla. Las primeras consecuencias no han podido ser más catastróficas a nivel humanitario con el drama de la inmigración silenciado y que aflora de forma intermitente con fuerza en función de trágicos hechos como los recientes. Las nueva y envenenada etapa de relaciones para garantizar la estabilidad explota a Sánchez en lo político-diplomático y en el plano humano deja una auténtica catástrofe humanitaria, una masacre que exige una explicación más allá de culpar a las mafias y una investigación severa de las violaciones de los derechos humanos.