EL primer Honda Civic asomó por la puerta de la factoría de Suzuka en julio de 1972. El último acaba de salir a la venta y pisará la calle tras el verano. Cincuenta años y diez generaciones después, el modelo japonés continúa en activo, tras haber persuadido con sus cualidades a cerca de veintisiete millones y medio de clientes en 170 países. La evolución tecnológica y formal experimentada por el proyecto a lo largo de este medio siglo discurre pareja a la de la industria del automóvil. Así que cuando Honda habla del Civic se refiere, en realidad, a los sucesivos coches que han ido heredando el legado del original para sintonizarlo con los gustos y necesidades de cada época.

Y el compacto nipón las ha visto de todos los colores. Es obvio que el mundo, entendiendo como tal el planeta y la sociedad organizada por sus inquilinos, ha cambiado notablemente en estos cincuenta años. El Civic es testigo y reflejo de esa transformación.

Su aparición en 1972 no fue tan sonada como la de su compatriota Shoichi Yokoi. El mundo se conmovió ante la patética vida de náufrago en plena jungla de este sargento del Ejército Imperial, que continuaba haciendo la guerra por su cuenta en la isla de Guam, ajeno a la noticia de que la contienda mundial había terminado malamente para los suyos tres décadas atrás.

Coincidiendo con el estreno del Civic proliferaron los motivos para la conmoción que aún perduran en la memoria colectiva: las imágenes de la niña vietnamita corriendo abrasada por el napalm, las masacres del Domingo Sangriento irlandés y de Septiembre Negro en la Olimpiada de Múnich, la tragedia del avión estrellado en los Andes…

El modelo se popularizó aquí a finales de los 90.

Ese año en el que Francia descolgaba definitivamente la guillotina, España mantenía en vigor garrote y paredón. No dejaban de ser recursos que permitían al pequeño caudillo consolidar su “dictablanda” mientras tejía la fábula de la clase media y el milagro económico. La gente de orden de la época permanecía plácidamente anestesiada, asustada por las fechorías del Lute, absurdamente orgullosa del oro de Paquito Fernández Ochoa en Sapporo, emocionada por los estrenos del 1,2,3… en la pequeña pantalla y de El Padrino en la grande... Desconocía que acababa de nacer Pedro Sánchez.

Por aquel entonces, aquí la única noción de crisis se asociaba al juego del Athletic, que esa temporada recuperó oficialmente su denominación genuina. Nadie barruntaba cuánto iba a arraigar la palabra crisis en el vocabulario. En ese momento se empezaba a gestar la del petróleo, que estallaría un año después; era el anticipo de la debacle industrial que se desencadenó la década siguiente. Por cierto, en 1972 se emprendió la construcción de la central nuclear de Lemoiz.