El mundo periodístico navarro de comienzos del siglo XX es un excelente reflejo de la sociedad de aquella época. Bien es cierto que el “pamplonacentrismo” hizo que fuese en la capital navarra donde se focalizase esencialmente la producción editorial, aunque no se puede ni debe negar la existencia de otras publicaciones de importancia más allá de la capital. Antes de la llegada de La Voz de Navarra eran cuatro los diarios de gran tirada existentes en Iruñea/Pamplona. La Tradición Navarra era el decano de todos ellos (había nacido en 1894), pero su marcado carácter confesional hacía que lo siguiesen solo las corrientes políticas más integristas. El Pensamiento Navarro (1897) era el vocero del pensamiento carlista (denominado jaimista en aquellos años) y profundo enemigo del liberalismo. En 1903 vería la luz Diario de Navarra, periódico liberal conservador fundado por las élites de Navarra con la clara finalidad de dominar el mundo de la prensa diaria y a la opinión pública. Por último, El Pueblo Navarro, nacido en 1915, asumía las corrientes liberales provenientes del Estado, así como cierto progresismo monárquico.

Portada de ‘La Voz de Navarra’ correspondiente al 4 de junio de 1930.

Tras la organización del Partido Nacionalista Vasco en Iruñea/Pamplona el 24 de junio de 1910, rápidamente se vio la necesidad de generar una publicación que presentase su ideario político, social y cultural a la sociedad navarra. Por todo ello vio la luz el semanario Napartarra (8 de enero de 1911), pero este primer intento de crear un portavoz de esta nueva corriente política tuvo una vida azarosa y breve (desaparecería en 1919). El cambio de la sede del partido en 1913 a la calle Zapatería 50 también supuso el traslado de la rotativa a unas instalaciones que serían utilizadas con posterioridad por La Voz de Navarra. Mientras tanto, el PNV, fuerza motora de esos primeros inicios periodísticos, había cambiado en 1916 su nombre por el de Comunión Nacionalista Vasca (CNV).

Ejemplar de ‘La Voz de Navarra’ del 14 de junio del año 1931.

Tras este primer intento, la idea de tener una prensa afín al ideario nacionalista vasco fructificó el 4 de marzo de 1923. La Voz de Navarra vio la luz en dicho día con unas características muy determinadas. De inicio, y pese a que buena parte del capital empresarial era de personas cercanas a CNV, el periódico se definió como independiente –así quedó remarcado en su mancheta o cabecera– y su línea editorial rápidamente mostró una clara tendencia vasquista. El vasquismo compartía unas señas de identidad comunes en Navarra más allá de diferencias políticas, que podían reconocerse a través de la asunción de una lengua, cultura, historia o folklore comunes a toda Euskal Herria.

Página dedicada en su integridad a recordar el centenario de la prensa nacionalista.

Nacionalistas y progresistas

La Voz de Navarra vino a cubrir el espacio informativo de aquellas personas que habían elegido al nacionalismo vasco como una opción política. Junto a estos lectores hubo otros de carácter progresista que vieron en el periódico un espacio crítico frente al mundo carlista y liberal. El hecho de que no se convirtiese en el órgano oficial del nacionalismo vasco obligó a este a buscar una nueva publicación que cumpliese dicho objetivo (Amayur sería dicha opción, pero no vería la luz hasta el 23 de mayo de 1931).

La mayoría de los artículos se editaron en castellano, aunque tuvo notables secciones en euskara, ya que uno de sus fines era la defensa y promoción de dicha lengua. Su marcado carácter napartarra lo hizo destacar frente a otras publicaciones locales o de provincias vecinas como, por ejemplo, el diario Euzkadi (su primer número había salido en febrero de 1913). La defensa de la foralidad (incluso la reclamación de la reintegración foral plena), de los intereses morales de los navarros desde un catolicismo activo y una constante intervención en los problemas sociales de Navarra se convirtieron en sus señas de identidad. De igual manera, le dio una importancia esencial a los asuntos que se ventilaban entre las paredes del palacio de la Diputación. Finalmente, la historia, el destino de Euskal Herria y la evolución de los territorios incluidos en ese concepto fueron otros de los grandes temas que se trataron en numerosos artículos y editoriales.

La fuerza con la que arrancó el diario, tuvo la segunda tirada de Navarra tras el propio Diario de Navarra, bien pudo suponer un fuerte impulso del nacionalismo vasco, que en noviembre de 1917 ya había conseguido sus primeros éxitos electorales. La labor informativa y batalladora de La Voz de Navarra frente a otros periódicos permitió a buena parte de la ciudadanía conocer la actividad política de sus miembros más destacados (Manuel de Irujo, Manuel de Aranzadi, etc.) y de los tres concejales nacionalistas de Pamplona (Cunchillos, Lorda y García Larrache). El resultado de todo ello fue que en las elecciones parciales al Ayuntamiento celebradas el 8 de febrero de 1920 (se renovaba la mitad de los ediles) la CNV obtuvo un total de cinco concejales que, sumados a los tres que ya tenían, hizo un total de 8 concejales de 25.

Las delicias de los lectores

Las consecuencias de su discurso político e implicación social lo llevaron a sufrir la censura impuesta a partir del 13 de septiembre de 1923 tras el golpe de Estado dado por Miguel Primo de Rivera. Por otro lado, sus enfrentamientos políticos, culturales e identitarios con El Pensamiento Navarro y, sobre todo, con Diario de Navarra, que acusaba a La Voz de “bizcaitarra”, hicieron las delicias de los lectores durante varios años. Ejemplo de lo dicho fue un artículo que vio la luz el 20 de diciembre de 1923 donde se acusó al periódico conservador de apoyar desde su fundación “a todos los políticos adictos a partidos y a una sotana, opuestos esencialmente a los derechos de Navarra”.

Los debates comenzaron a ser más crudos a partir de la llegada de la Segunda República, momento en el que las posiciones del conservadurismo navarro se radicalizaron de forma notable. El propio 12 de abril de 1931, a pocas horas de los comicios que acabarían con la monarquía de Alfonso XIII, La Voz de Navarra no tuvo reparo en criticar duramente a su colega y competidor de la siguiente manera: “Diario de Navarra ha sido el periódico más funesto de nuestro país. Desde que se publica, Navarra ha cambiado su fisonomía, perdiendo toda sensibilidad en sus cuestiones fundamentales. Está entregado a la tendencia asimilista y castellanizante, ofendiendo siempre a todo el que piensa en navarro”.

Durante el tiempo de la Segunda República La Voz de Navarra defendió con intensidad la creación del Estatuto Vasco-Navarro que vería la luz en Estella el 14 de junio de 1931. Ya no se reclamaba la reintegración foral plena, sino que se buscaba una forma más moderna y actualizada para armonizar la relación entre los cuatro territorios y el Estado a través de un proceso autonómico. El escandaloso y forzado fracaso de la asamblea de Pamplona el 19 de junio de 1932 hizo que Navarra abandonase el proyecto estatutario conjunto, lo que provocó una serie de duros artículos donde se acusó tanto a los carlistas como a los partidos de izquierdas navarros por haber torpedeado el proceso.

Desgaste editorial

Tal vez sea arriesgado afirmar que la crisis política del PNV en Navarra estuvo asociada al declive del diario vasquista, pero lo cierto es que tras los sucesos de 1931 tanto el partido como el diario entraron en una fase de paulatina decadencia. También es cierto que durante el período republicano el número de publicaciones de tendencia progresista aumentó de manera notable y supuso una dura competencia. La consecuencia de este desgaste editorial fue la reducción de la tirada del periódico de los 5.000 ejemplares de 1931 a los 3.500 entre 1932 y 1936. Para 1932 la situación económica del periódico ya no era buena y la maquinaria comenzaba a estar en malas condiciones, de modo que hubo que hacer importantes inversiones y una reestructuración empresarial que llegaron de nuevo desde la dirección del nacionalismo vasco.

La vida editorial de La Voz de Navarra se extendería desde marzo de 1923 hasta julio de 1936, momento en el que se vio arrastrado por la vorágine golpista promovida por militares, carlistas y falangistas. La sede y rotativas de La Voz de Navarra de la calle Zapatería fueron inmediatamente confiscadas por los falangistas y allí se imprimiría a partir del 1 de agosto de 1936 el periódico ¡Arriba España! Hoja de combate de la F.E. de las J.O.N.S., promovido por personajes tan oscuros como el sacerdote Fermín Yzurdiaga o el escritor Ángel María Pascual.

La Voz de Navarra fue un periódico que nació en un momento crucial dentro de la historia de las identidades en Navarra. Entre la crisis de la monarquía alfonsina y los años de la Segunda República se fueron gestando los ejes referenciales de los imaginarios colectivos que todavía perviven a día de hoy. Unos esquemas que el periódico trató de superar a través de su vasquismo, aunque nunca se podrá negar el peso que el nacionalismo vasco tuvo en su gestión y dirección.

Sin embargo, fueron variopintas las plumas que participaron en sus páginas, lo que vendría a demostrar su intención de llegar a buena parte de la sociedad navarra. La fuerza inicial de su salida a la calle lo convirtió en uno de los periódicos de referencia en la capital. Con posterioridad, fueron los convulsos tiempos políticos los que dictaron la supremacía editorial de unas rotativas frente a otras. Pese a todo, La Voz de Navarra todavía mantenía una importante tirada el 18 de julio de 1936, día en el que la sinrazón golpista acabó con uno de los medios de expresión navarros que había aportado una nueva forma de entender, reconocer y amar Navarra.

En 1993 una nueva publicación retomaría el nombre del viejo diario napartarra tratando de rememorar los tiempos de gloria, pero su vida no se extendió más allá del año 2000. A pesar de su desaparición La Voz de Navarra sigue siendo un referente imprescindible para todos los que pretendan estudiar y entender la Navarra de los años 20 y 30 de la centuria pasada. Un tiempo más decisivo para Navarra de lo que puede suponerse a día de hoy. l

El autor

Aitor Pescador Medrano

Licenciado en Filosofía y Letras (Historia) por la Universidad de Navarra (1995) y becario en el Archivo General de Navarra (1997). Es especialista en Historia Medieval de Navarra. Ha publicado varias decenas de artículos y casi una treintena de libros sobre diferentes momentos de la historia de Navarra, colaborando además con distintas instituciones públicas y privadas. Es asesor de varias revistas y centros de la Diáspora Vasca en Argentina. En la actualidad trabaja como documentalista de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y está encargado de varios estudios históricos relativos a las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo por tal institución (castillo de Amaiur, San Esteban de Larunbe, castillo de Irulegi, San Esteban de Resa, etc.). También participa en el equipo dedicado a estudiar la represión y la conculcación de derechos humanos entre 1936 y 1945 en Euskal Herria. Por último, se dedica a impartir cursos y charlas sobre historia de Navarra en diferentes ayuntamientos y fundaciones.