“Thomas tuvo suerte una vez y ganó el Tour”. Ah, la suerte, que dicen que no existe, tal vez por esquiva y deseada, que solo encuentra la fortuna, un unicornio, el que la busca, que la desgracia no posee dueño, pero que a uno se les pega más que a otros, a modo de maldición. La frase pertenece a Mikel Landa y ahora, en el Giro de Italia, recobra todo el sentido.

Porque el alavés, que abandonó en 2016 por problemas intestinales, que en 2017 le arrojó una moto de carrera de la general, que el pasado año se rompió por una caída, asiste al desfile de víctimas que está dejando la Corsa rosa. Landa es testigo de los caprichos del azar y sus consecuencias. Una nueva perspectiva para él.

El sino de Landa ha cambiado. Se retiró Miguel Ángel López, enfermó Romain Bardet y estalló Simon Yates. Los rivales se caían del cartel apolillados por asuntos ajenos a la competición, salvo el del inglés. Enfermedades, dolencias, golpes mal curados.

Landa seguía en pie a pesar de irse al suelo en dos ocasiones en el Passo Lanciano, una caída subiendo y otra, bajando. La fortuna, ya se sabe. Aún así eso no disminuyó el potencial del alavés, agigantado en las montañas. Tal vez en otro almanaque, Landa estaría en casa con la banda sonora de unas luces de ambulancia despidiéndole de la carrera.

"NO TENDRÉ MIEDO A ARRANCAR"

De momento, el Giro sonríe a Landa, que responde con su enigmática media sonrisa. Hace cinco años, en Piancavallo, el alavés venció su última etapa en la Corsa rosa. En la misma fecha, después de un lustro, su triunfo es perder de vista a Almeida. “Creo que va a tener importancia que no esté Almeida. Ahora el tercer puesto es un poquito más seguro y no tendré tanto miedo para arrancar o para obligar a los dos primeros a que se jueguen el Giro”, avisa Landa.

Al alavés le rastreaba la sombra alargada de Joao Almeida, el contrarrelojista que se sostenía entre los mejores en la lucha por el podio, apretadísimo. A Almeida le temían, no sin razón, los escaladores. No solo Landa. También Carapaz y Hindley. Los tres lograron alejar al portugués un minuto en la tortura que finalizó en Lavarone. Por la noche, en el hotel, donde esperaba descansar y recuperar fuerzas, se larvó la gran derrota de Almeida. Síntomas de covid. Las pruebas, el test PCR, confirmó la mala nueva para el portugués.

“Almeida amaneció anoche con un dolor persistente en la garganta y la prueba dio positivo. Cumplimos estrictas normas de prevención y, además de higienizar los ambientes que utiliza el equipo todos los días (automóviles, autobuses, habitaciones de hotel, etc), mantenemos a los deportistas en habitaciones individuales para limitar los contactos muy cercanos. Sin embargo, a pesar de estas precauciones, claramente no brindan un refugio del 100%, como hemos visto”, expuso el doctor del UAE, Michele De Grandi.

SE ACLARA EL PODIO DEL GIRO

Abandonó el Giro Almeida y el podio se aclaró de inmediato. Despejadas las nubes que inquietaban a Landa, Carapaz y Hindley. El puesto de Almeida lo recogió Nibali, a un viaje lunar del podio. Quedan tres nombres iluminados con el neón de los elegidos en un Giro de eliminación. Carapaz, Hindley y Landa. Comprimidos en 1:05. El tiempo que separá al ecuatoriano del alavés.

Nace un nuevo Giro a rueda de la buenaventura o de la fatalidad. El fado de Almeida era algarabía para el resto. Landa no esconde su ambición. “Mañana hay etapa. Hay un puerto muy duro y sí, está lejos de meta, pero si hay oportunidad, no lo voy a desaprovechar aunque pensemos en el sábado”, anuncia el de Murgia, desatado, inconformista.

DE BONDT GANA EL PULSO

El otro Giro pensaba en el esprint en Treviso, en el chapoteo de la velocidad en la ciudad de las aguas. “Todos esperábamos una etapa tranquila pero ha sido muy rápida y nerviosa”, descubrió el alavés, bien protegido por los sacos terreros del Bahrain. De Bondt, Magnus Cort, Gabburo y Affini, que nadaron contra las corrientes internas de la carrera, tenían otros planes. Después de dos días penando por la montaña, viró la trama.

El cuarteto, fuerte, certero, evitó el esprint porque el agotamiento entre los equipos de los velocistas es evidente. No les alcanzó para enlazar a los fugados, que danzaron el baile de la victoria. De Bondt, furioso y veloz, resolvió ante sus compañeros. Affini fue el que más le exigió, pero no pudo ni con el golpe de riñón en un final frenético, agitado.

SUSTO PARA HINDLEY Y JUANPE LÓPEZ

Tanto que Hidley sintió un escalofrío. El australiano se quedó lívido. Colgado por una avería. Por fortuna, la desventura le visitó dentro de los úlitmos tres kilómetros. Territorio seguro. Neutral. Paz. A pesar de acumular más de un minuto de retraso, no contabilizó la desventaja en el reloj del Giro. Entre velocidad y latigazos, Juanpe López, de blanco por el abandono de Almeida, sufrió laceraciones. Se quedó cortado entre los arrebatos y una avería mecánica. Aunque no pudo restañar el hueco, continúa vestido de blanco. Un buen día, al fin y al cabo. También lo fue para Landa, que tiene vía libre para el sueño de conquistar el Giro.