El Blockhaus, el primo italiano de Alpe d'Huez, tan similares ambas montañas, es un bloque de piedra. Roca pura. La casa de piedra, en alemán. Sirvió la montaña de fortificación para repeler a los bandidos y a los cuatreros. Por eso, al coloso de los Abruzzos le bautizaron como la colina de los bandoleros. El ciclismo cataliza esas dos corrientes, la de intentar el asalto de las grandes cumbres y encolarla el espíritu libertario de los bandoleros, tipos que actúan por instinto y cierto romanticismo. Mikel Landa responde punto por punto a ese arquetipo. Landa, el muchacho criado en Murgia, a las faldas de Gorbea, disfruta en las alturas. Aire puro. Libertad. Señor de las cumbres, Landa mira con ojos de deseo el Giro. Sin disimulo. Idilio.

En el Blockhaus, la tumba del pizpireto Simon Yates, la trinchera de la resistencia de Juanpe López, la calculadora del gestor Almeida, la lanzadera de la ambición de Carapaz, el pasillo de muecas de Bardet y la pasarela de Jai Hindley, vencedor en un esprint en la agonía, Landa dominó la escena. Al de Murgia le penalizó su escaso reprís, pero mostró su mejor pose. Landa va a por el Giro a pesar de que una caída en un descenso le tocó el hombro. Nada grave.

"Hemos tenido un buen día. He podido estar con los mejores. Eso es buena señal", argumentó Landa, cuarto en la etapa. Entre Almeida, segundo en la general, y Landa, séptimo, hay solo 17 segundos. Carapaz, Bardet y Hindley están entre medio. En el Blockhaus se resquebrajó Pello Bilbao, agrietado tras una caída al inicio. El gernikarra entregó algo más de un minuto en la cima. Es décimo, a 1:22 de Juan López, que conservó el rosa antes del día de descanso. Una bendición para todos.

El Blockhaus es una cumbre con huella en la historia. Landa dejó su nota al pie de página. Eddy Merckx, el más grande de todos los tiempos, conquistó la cima el 31 de mayo de 1967, su bautismo en las grandes. Cinco años después, convertido el belga en un ogro inmisericorde, José Manuel Fuente, el Tarangu, un escalador obstinado, terco y díscolo, un lunático que fumaba, hizo polvo a El Caníbal en ese mismo lugar.

Landa emuló al Tarangu, a esos escaladores libertarios, anárquicos y geniales. Solo Bardet y Carapaz le sostuvieron la mirada. El juego por la victoria, cuando todos se pusieron guapos: ajustándose las gafas y cerrándose los maillots, abrieron el portón para el encaje del grupo de Almeida. De ese vagón se enfatizó Hindley.

LANDA PREDICE LA BATALLA

En el Passo Lanciano, horneado el Giro, sudando, los maillots a dos aguas, la fuga perduraba entre jadeos. Entre los aristócratas, nadie aceleró, temerosos por el Blockhaus. Las montañas se encargan de los débiles. Los agrieta sin necesidad de grandes sacudidas. Los prensa hasta que los elimina. Landa, uno de los forzudos, paró para cambiarse una de las zapatillas. Una de cada color.

En el Blockhaus bailó con dos zapatillas distintas. "Esperemos que haya batalla e ir despejando la general", dijo el escalador de Murgia en Isernia. La calma que antecede la tormenta. Allí, se anunció Landa. "Probablemente ataque". El alavés cumplió con su palabra. En realidad, no sabe hacer otra cosa. Le entusiasma el asalto pirata. Es su naturaleza. Indómito.

Las ideas de Landa, visionario en las montañas, dibujaban un estupendo porvenir. No como el de Tesfatsion, acompañante de Diego Rosa en el descenso del Passo Lanciano. El eritreo hizo un recto y se perdió en la foresta. Tuvo suerte porque hubo escapatoria entre un muro y un guardarían. Peters, Sepúlveda y Dombrowski perseguían a Rosa.

Todos ellos perecieron antes de catar la dureza de la casa de piedra. Un puñetazo de realidad contra el que estamparse. La sombra del Blockhaus, uno de los rascacielos del Giro, amenazaba. A Carapaz le bamboleaba en el cuello la cadena, dorada, con una bici a modo de colgante. Oro sobre el oro olímpico. El Ineos desfiló a paso marcial. Pintura de guerra.

SIMON YATES, REVIENTA

A las entrañas del Blockhaus llegó Landa con el recuerdo doliente de su caída en 2017. Quería borrarlo. Entonces le tiró una moto. Cinco años después mandó otra postal desde el Blockhaus. La del deleite. El alavés asomó sin un rasguño para reivindicarse. La piel le tiraba a Pello Bilbao, que se revolcó por el asfalto en el amanecer del Día D. Se le desgarró el dorsal. Le agarró durante toda la subida el cuerpo, quejoso. Aún así nunca se venció. Dumoulin se hizo jirones en las rampas iniciales.

Ciccone explotó como una palomita. Ploff. Dimisión. Simon Yates, el hombre que voló en la crono, uno de los grandes favoritos, se hundió. Un clásico en su biografía. Puerta grande o enfermería. Espectral su aspecto. El pecho, descubierto. Desnudo. A la intemperie. Desvalido. Atravesado por los rayos duros del sol y las rampas mordientes. Se dejó 11 minutos en la cima. Kelderman compartió destino. Ambos engullidos por el Blockhaus.

El Blockhaus se emparentó con el Mont Ventoux. Deforestación. Los árboles, rapados. Corría el aire. El que le faltaba a Almeida y al gernikarra. Landa, ojeroso, piernas nerviosas, vigilaba a Carapaz y Bardet. Juanpe López, el líder, al límite, hizo el afilador con Valverde y se quedó colgando. Aislado, pero valiente. Porte, al comando, recolectaba víctimas. Nibali, el viejo campeón, resistía en el museo de los horrores. Los rostros sin marco. Deformados por el esfuerzo, al límite. El grito de Munch.

HINDLEY REMATA

Hindley se cosió a Landa. Buchmann y Arensman también estaban entre el grupo salvaje. El líder, Pello Bilbao y otros ilustres les ojeaban a cierta distancia. Apagado Porte, Carapaz se encendió. Bardet recogió el guante. Landa no se achicó. El de Murgia era feliz en la montaña. Almeida se reconstruyó. Gestionó la agonía con excelencia. Se enganchó al Giro el portugués, que no es un fado. Landa agarró de abajo, felino. Estampa de clase, escalador puro.

Se reunieron el alavés, Carapaz, Bardet, Almeida, Hindley y Pozzovivo. El francés giró el cuello. Resoplaba Almeida. Cargó. Landa y Carapaz contemporizaron. Los favoritos se concedieron un respiro para un esprint en apnea. Se impuso en los estertores Hindley, derrengado en cuanto cruzó la meta. No lo puedo celebrar. Carapaz y Bardet rascaron unos segundos de bonificación. Landa observó la escena. Francotirador, apuntó al Giro desde la azotea del Blockhaus.