Habían transcurrido 26 jornadas de liga y ya habían rodado dos cabezas, la de Julen Lopetegui y la de Jorge Sampaoli, cesado el 21 de marzo, el mismo día que se anunció a su sucesor. El Sevilla era una guillotina y José Luis Mendilibar (14-III-1961, Zaldibar), una apuesta extravagante para el banquillo, se perfilaba para el próximo desfile en el cadalso. La misión: evitar el descenso de un equipo con 28 puntos en la clasificación, a dos de la quema, y dignificar el tránsito del supercampeón por la Europa League. Tiempo: el acordado por contrato, un ligero acto de confianza, tres meses de margen de acción.

El 1 de abril, tras un parón por compromisos internacionales, el de Zaldibar vivió su puesta en escena. A su espalda, la mochila de diversos finales infelices, descensos y destituciones, porque así salió de cuantos equipos profesionales dirigió: Athletic, Valladolid, Osasuna, Levante, Eibar y Alavés. Obviamente hizo cosas bien, porque jamás le ha faltado trabajo. Entre su hoja de servicios, cuatro títulos de liga: la Regional Preferente con el Arratia, la Tercera División con el Basconia, la Segunda División B con el Lanzarote y la Segunda División con el Valladolid.

Tras solo dos meses de competición, Monchi, director deportivo del club, es rotundo al referirse al cambio: “El sufrimiento ha merecido la pena”. La metamorfosis tiene un nombre: José Luis Mendilibar. Misión cumplida.

Durante la transición del Sevilla se han escrito varios récords: primer entrenador del club que logra cuatro victorias seguidas a domicilio en Primera –todas con la portería a cero–, equipo de la liga que más puntos ha sumado entre abril y mayo, primer equipo que logra siete victorias en las siete finales europeas que ha disputado y que a su vez permiten extender la condición de club con más títulos de Copa de la UEFA/Europa League...

“Estoy tranquilo; vine del paro”, expresó sentado a la orilla de su gran epopeya, cuando tras desembarazarse del Manchester United y la Juventus el Sevilla se jugaba reinar de nuevo en Europa con un entrenador que había dirigido dos partidos de competición continental antes de coger las riendas del desbocado conjunto hispalense; fue con el Athletic en la Intertoto, en 2005. Jose Mourinho, en el mismo contexto de la rueda de prensa previa a la final contra su Roma, doró la píldora: “Obviamente lo renovaría, llegó con el equipo en la situación que estaba y ahora está jugando una final europea”.

"Si no sigo, seguro que dejaré amigos"

Horas después Mendilibar se convertía en la reivindicación personificada, en un parche difícil de despegar; y quién sabe si en un problema para el Sevilla. Supongamos por ejemplo que Andoni Iraola, libre para negociar su futuro desde el pasado 1 de enero, tenía acordado un contrato con el club. “Hemos tenido una unión muy buena, sería la leche no poder seguir”, expresó Mendilibar con la medalla de oro colgada al cuello. “No sé si renovaremos o no, pero tampoco me importa. Si no sigo, seguro que dejaré amigos”, añadió con ironía el técnico vizcaino, que consciente de la sorpresa despertada por su contratación y aprovechando la coyuntura, disparó: “Para haberme tocado en una tómbola venir al Sevilla, no está mal”. Vuelve a ser un equipo campeón.

La pelota está en el tejado de la dirección deportiva, de un Monchi que no aclara el futuro. “Ahora tenemos que ofrecer en Sevilla el título y el lunes hablaremos. Todos sabemos lo que queremos”, respondió al ser cuestionado por la posible continuidad del técnico. Mendilibar no lo sabe –o eso dice– y el pueblo tampoco. Pero el mérito es tangible, bajo la humilde fórmula de quien parece hacer fácil lo difícil: “Los jugadores han visto que la sencillez también da resultados”.