LA sorpresiva dimisión de Nicola Sturgeon como ministra principal de Escocia es un duro golpe tanto para su formación, el Partido Nacional de Escocia (SNP), como, sobre todo, para la causa independentista y para la sociedad escocesa, que la había aupado al Gobierno autonómico y había redoblado su confianza en su liderazgo en las sucesivas elecciones celebradas, en especial las de 2021 en las que logró una arrolladora victoria. Las circunstancias y motivos de esta renuncia son radicalmente distintos de la grave crisis política instalada en Gran Bretaña –en especial, tras el brexit– que se ha llevado por delante a, de momento, dos primeros ministros. Dejando sentado que la gestión institucional de Sturgeon al frente del Ejecutivo escocés –incluida la pandemia– es bien valorada por la ciudadanía, son fundamentalmente dos los principales motivos de su dimisión, ambos relevantes y con diversas aristas aunque con la característica común de haber dividido a sus propias filas y a la sociedad. Una de estas causas tiene que ver directamente con el desafío independentista. La firme promesa de Sturgeon de pactar con Londres un nuevo referéndum y de utilizar solo cauces legales y no emprender la vía unilateral hacia la soberanía ha chocado con la negativa del Estado británico, primero del Gobierno y después del Tribunal Supremo. Su último cartucho ante este boicot, consistente en convertir las próximas elecciones generales en plebiscitarias, ha chocado con buena parte del SPD. Por otra parte, la fuerte polémica suscitada por la Ley Escocesa de Reforma de Reconocimiento de Género, es decir, la ley trans, en especial tras el caso de un violador condenado que hizo su transición a mujer y fue recluido en una prisión femenina, ha terminado por dinamitar al Partido Nacional, castigando a Sturgeon. La desaparición de la líder de la primera línea política coloca al SNP en una encrucijada, en la que debe resolver de manera satisfactoria y urgente sus propias contradicciones, hasta ahora personalizadas en la ministra principal. La mayoría so-cial escocesa mantiene, enfocada en el SNP, su legítima, democrática y factible opción por la soberanía. El partido y la ciudadanía deben ser conscientes de que es la negativa de los mandatarios de Londres a aceptar dar la palabra a los escoceses la que provoca su propia crisis, que a su vez puede poner en riesgo la causa independentista. l