El aceite de oliva es uno de los alimentos básicos de la dieta mediterránea y uno de los productos habituales en la cesta de la compra. Y en una época de alta inflación se está convirtiendo en un auténtico oro líquido y un producto casi de lujo.

Muchos de los consumidores se sorprenden cuando a la hora de hacer la compra en los supermercados advierten que el litro del aceite de oliva virgen extra, el denominado AOVE, cuesta 6 euros. Y eso si es de marca blanca, ya que las firmas habituales sitúan el precio más barato en el entorno de los 7-8 euros.

Los aceites de menor calidad como el de oliva o incluso los refinados también están por las nubes, ambos en un rango de precios entre los 5 y los 6 euros.

Tras una subida de precios en abril de entre el 6% y el 11% la cotización del aceite está actualmente en sus máximos históricos, superando las marcas que llegaron a registrar a mediados de década de los 90 del pasado siglo.

Según informa el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) el aceite de oliva virgen extra estaba en la semana que va del 8 al 14 de mayo a 5,7 euros el kilo a la salida de las almazaras, es decir un 67,4% más alto que en la misma semana del pasado año.

Varias son las circunstancias que han propiciado el llegar a esta situación de precios por las nubes y que, según los expertos, harán que el precio del aceite de oliva virgen extra experimente todavía más subidas.

  • Fuerte sequía. En primer lugar la sequía, que es la circunstancia que más ha influido en la carestía actual. Esta incidencia climática ha sido la causante de que los niveles de precios en origen ya han superado récords y su evolución dependerá únicamente de las precipitaciones, que ayudaría al buen proceso del cuajado de la aceituna. Y los datos sobre la previsión de precipitaciones conforme avanza la primavera y nos adentramos en el verano no son halagüeños.
  • Aumento de precios en origen. Como consecuencia de lo anterior, la subida de los precios en las almazaras y las cooperativas está siendo una constante, ya que el precio del el kilo de aceituna (se necesita algo menos de un kilo para lograr un litro de aceite) está disparado, por lo que el producto refinado se encarece lógicamente tas el proceso productivo y comercialización.
  • Descenso de la producción. Las ventas y las exportaciones del sector han caído en los últimos años hasta un 20% fruto de la falta de lluvias y de la reducción del número de hectáreas de olivar en España, que actualmente está en unos 2,7 millones. Casi un tercio son teóricamente de regadío, pero la falta de agua y las restricciones están mermando la producción, aunque no hay problemas de abastecimiento debido a la caída también de la demanda.
  • Aumento de costes de producción. El sector no es ajeno a la espiral inflacionista tras la guerra en Ucrania y la crisis energética, y los costes de plástico, metal, etiquetas, abonos, fertilizantes, mano de obra, etc. ha impactado notablemente en el costo final.
  • Especulación. Todas estas turbulencias, unidas a un descenso de las existencias en los almacenes y envasadoras ya han hecho sonar las alarmas de un posible desabastecimiento en algunas zonas, con la consiguiente subida de precios, acaparamiento de productos y la aparición de especuladores que disparen los precios al alza.

Todos estos ingredientes dibujan un escenario complejo y que no ayudará al descenso de los precios. Al contrario, ya están empezando a aparecer aceites mezclados de varias procedencias para abaratar la botella de aceite en los supermercados que han generado amplias críticas del sector olivarero.