Guruzne Badiola pertenece a la cuarta generación de una familia de pescadoras y rederas. Su familia era propietaria de una embarcación en Ondarroa por lo que ella empezó desde muy joven ayudando a su madre, tanto en la repartición de las redes como en la venta de pescado. Recuerda que aprendió a coser las redes en la cocina, por eso cuando dio sus primeras puntadas en el puerto con 15 años era una alumna ya aventajada.

Guruzne se emociona recordando aquellos años, cincuenta para ser más exactos, en los que ha ejercido el oficio de redera hasta que se ha jubilado. “En los mejores tiempos trabajábamos cuatro o cinco grupos de quince mujeres cada uno, luego ha ido disminuyendo al desaparecer los barcos y a no salir a pescar todos los días. Junto a mí se retiraron el resto de rederas que quedaban en Ondarroa. Es una pena que este oficio desaparezca, es duro, pero muy bonito”, explica Guruzne, que por unas horas se ha convertido en la portavoz de todas las mujeres vizcainas que han desempeñado un papel muy importante, generación tras generación, en el sector pesquero. 

Una veintena de estas mujeres han asistido esta mañana en la sede de Itsasmuseum de Bilbao a la presentación del proyecto de Labayru Fundazioa Geu Be Bagara Itsasoa (Mujeres de la mar), con el que se reivindica la importancia de las mujeres de la mar más allá de su rol de esposa y madre. A pesar de tratarse de mujeres de gran carácter, los oficios a los que se han dedicado no han contado con la visibilidad merecida y han sido relegadas a un segundo plano. “Este trabajo tiene mucho valor como patrimonio cultural y hay que recogerlo y garantizar que se transmita a las próximas generaciones”, ha explicado Igone Etxebarria, directora de Labayru Fundazioa. Un proyecto que está subvencionado por el Gobierno Vasco, porque como ha dejado constancia el consejero de Cultura y portavoz del Gobierno vasco, Bingen Zupiria, estos testimonios forman parte de nuestro patrimonio inmaterial y como tal, debemos protegerlo. “En 2018 el Parlamento vasco aprobó la nueva ley del patrimonio y contempló una figura nueva que es el patrimonio inmaterial. Este interesante trabajo nos ayudará a desvelar el protagonismo que la mujer ha tenido en la sociedad costera vizcaina y los diferentes oficios”. 

Akaitze Kamiruaga es vicedirectora de Labayru y autora del proyecto que se ha plasmado en un libro y 12 audiovisuales en los que se abordan los oficios específicos propios de estas trabajadoras, para lo que se ha entrevistado a mujeres de Bermeo, Lekeitio, Ondarroa y Santurtzi.

Las neskatilas esperaban en el puerto de Lekeitio la llegada del barco para comenzar con la descargar. Labayru

Mujeres de avanzada edad que conocieron las labores del puerto en pleno auge, mujeres que han visto el declive de este sector y que están a punto de retirarse y otras más jóvenes que a pesar de las dificultades han tenido la valentía de incorporarse a este mundo laboral. Testimonios de tres generaciones que hablan de la memoria de un territorio y de la importancia de hacer perdurar tantas historias. 

Porque ¿qué sería de la pesca sin las mujeres? Una vez llegados al puerto, la mayoría de los trabajos han sido efectuados también por ellas: la descarga, el transporte, la preparación del pescado para la venta... Además, un barco no zarpa sin antes la redera revisa y cosa los destrozos de la red de pesca.

A través de esta veintena de entrevistas, Akaitze Kamiruaga ha puesto cara al colectivo cada vez más reducido en el puerto en el sector pesquero. Ya no hay rederas y apenas quedan 15 empacadoras en Euskadi.

HIstorias de mujeres

Hemos sido feministas sin saberlo, mujeres independientes, que hemos vivido de nuestro trabajo"

En el libro y los audiovisuales se recogen historias de mujeres como María Uriondo, que a sus 89 años, es una de las referentes del puerto de Bermeo. Fue responsable de todas las rederas que en ese momento estaban en activo. O Jone Goitia que ha trabajado toda su vida en fábricas de pescado. Ha conocido el mundo de la mar muy de cerca, ya que su marido fue patrón de altura. Cada diez días volvía a casa donde permanecía solo diez horas. Como Jone estaba trabajando, su hermana cubría su turno en la fábrica para que ella pudiera ir a casa con su marido.

Ane Miren Sustateta, de Lekeitio, se casó con 18 años con un patrón de barco y desde entonces ha trabajado como neskatila. Al preguntarle cuál era su trabajo contesta que “eran criadas para todo”. Ane Miren, aunque se jubiló de ese trabajo, continúa llevando las cuentas del barco de sus hijos, él último de pesca de bajura que queda en Lekeitio, pero confiesa que ya es hora de ir cediendo esa responsabilidad a su hija...

Al igual que otras muchas, Nieves Mendazona compaginó las labores de redera con las de neskatila. Cuenta que a pesar de trabajar en condiciones muy duras (sentadas en el suelo, sobre redes mojadas a la intemperie) lo pasaban de maravilla.

Con la misma nostalgia de su trabajo habla Guruzne Badiola. “Es un oficio duro, pero para mí ha sido un honor. Es una pena que ha desaparecido. He trabajado en él 55 años, no libraba ni sábados ni domingos. Los fines de semana hacíamos las parrandas con los maridos. Mi marido era de tierra (gestor administrativo). No me hubiera gustado casarme con un arrantzale, es muy duro, ellas han tenido que trabajar fuera y luego criar a los hijos”.

Guruzne reivindica que siempre ha vivido de su trabajo. “Hemos sido feministas sin saberlo. Independientes. No nos ha costado nada trabajar porque es lo mejor que hay en el mundo”. Tiene dos hijos, uno es profesor y el pequeño informático. "Si hubiera tenido alguna chica, la hubiera enseñado mi oficio, luego que ella hubiera decidido si le apetecía seguir”.