Rosa Montero (Madrid, 1951) recorre en su nueva obra algunos episodios de su niñez en los que descubre que ella no era una niña como las demás, tan imaginativa y alocada que a veces incluso llegó a dudar de su propia cordura. La escritora acaba de sacar nuevo libro y en él aborda precisamente la vinculación entre la creación y la locura. "Siempre se ha creído que la creación y la locura están unidas de alguna manera, relacionadas, y esa pregunta me la he hecho desde pequeña porque siempre he sentido que tengo la cabeza un poco cableada y llena de imaginaciones y de ensueños", confiesa.

La autora de La hija del Canibal, Te trataré como a una reina o Crónica del desamor cree que "la rareza es lo normal, lo que verdaderamente es raro es ser normal". De esta forma, asegura que "la normalidad es una construcción estadística" y que "no hay nadie que sea normal".

Ensayo, ficción... ¿Cómo clasificaría 'El peligro de estar cuerda?

- Yo lo llamo artefacto literario; de hecho los libreros muchas veces me preguntan dónde lo tienen que colocar, en la sección de ensayo, en la de ficción... Les digo siempre que en novedades. Escribo normalmente novelas, pero tengo tres inclasificables, híbridas, que son La loca de la casa, La ridícula idea de no volver a verte y ésta. Son ensayos, pero muy poco convencionales, muy literarios, por otro lado , autobiográficos, también tiene partes biográficas de otros escritores y artistas en general y por otro lado, ficción. Todo eso mezclado.

Ha confesado que no le gusta la autobiografía, pero cuenta cosas muy valientes...

-No tengo una relación fácil con lo autobiográfico, no me gusta nada en mis novela, pero en El peligro de estar cuerda sí, porque parte de ella es como un autoanálisis. Hay gente que me ha dicho que me abro en canal en este libro, pero no lo siento así. No vengo a contar lo que me pasa; para investigar en el tema de creación y locura hay varias vías de documentación. Uno de ellas es la de los expertos, me gusta mucho la ciencia y he leído a neurocientíficos, psiquiatras, analistas... Otro núcleo de información ha sido la vida de otros autores y otro, el autonálisis y hay que ser implacable. Lo que he hecho ha sido una especie de bisección de mi cabeza; como el entomólogo que analiza un coleóptero, he sido mi propio escarabajo objeto de estudio. No digo esto me ha pasado a mí, sino así funcionamos. Estoy intentando hacer una indagación de cómo nos funciona la cabeza. Pero no es testimonial en absoluto.

Y una de las conclusiones que ha sacado es que estar cuerda es peligroso.

-El título viene de un poema de Emily Dickinson que tuvo una vida terrorífica porque fue violada por su padre y, probablemente, por su hermano. Terminó encerrándose en su habitación, de donde no salió los últimos años de su vida. En ese poema cuenta que en su vida oscura de la niñez descubrió los poemas de una poeta victoriana y estos le dieron la luz en un mundo de oscuridad. En el encerramiento de esa vida terrible, que era la normalidad, siempre tenía el recurso de la creatividad, de la literatura y de la belleza. La creatividad nos salva.

Especialmente a los escritores y escritoras que viven otras vidas...

-Nos pasamos años inventado mentiras, que es una actividad estrafalaria. ¿Y por qué? Porque esas mentiras son un delirio controlado, son lo más puro de tu subconsciente, y si cuando las lee la gente te dice que lo sienten también, te consigue coser al resto del mundo del que te sientes desgajado. Pero esto no solo pasa a los escritores, alrededor de un 15% de la población mundial tiene, como me pasa a mí, esa cabeza cableada de otra manera, que no ha terminado de madurar y está llena de fantasía. No todas esas personas terminan haciendo una obra, pero los que necesitamos leer para soportar la vida, que es mucha- y yo soy una de ellas-, pertenecemos a la gran y maravillosa familia de los nerviosos. La literatura nos salva; lo decía Fernando Pessoa, la existencia de la literatura es la prueba inequívoca de que la vida no basta.

¿Si Rosa Montero no se hubiera dedicado a la literatura, no hubiera existido?

-Yo hubiera escrito siempre, lo hago desde los cinco años, necesito escribir para vivir. Otra cosa es publicar; no hubiera sido tan curativo si no publico, porque yo dejé de tener ataques de pánico a los 30 años y creo que está unido al hecho de que empecé a publicar narrativa de manera constante. Fui de la época hippy, en un momento de mi vida, como algunos amigos hicieron, me planteé dar la vuelta al mundo y vivir on the road. Si hubiera hecho eso, a lo mejor ahora sería camarera en Canberra, pero sería una camarera que escribe. Me hubiera podido dedicar a otra cosa diferente al periodismo. Pensé incluso también en ser veterinaria, pero no tenía el coraje de hacer daño a los animales para curarles, por eso no lo hice.

¿Qué se siente más, periodista y escritora o escritora y periodista?

-No veo la diferencia, se es periodista y escritora. El periodismo escrito, el plumilla, es un género literario como otro cualquiera y tiene la misma categoría literaria. A sangre fría es un reportaje y un libro formidable. Hay muy pocos escritores que cultivan unsolo género, yo me considero una escritora que cultiva el periodismo, la ficción y el ensayo.

¿Echa en falta el periodismo?

-Nada, dejé el periódico porque me harté. Empecé con 18 años y ahora tengo 71. Me he pasado la vida en ello y quiero dedicarme a otras cosas que he hecho menos. Me marché del periódico en el 97, pero he seguido haciendo colaboraciones. Pero cada vez he ido bajándolas más. Ahora escribo una todas las semanas.

¿Y cómo ve en la actualidad el sector?

-Ahora estamos empezando a salir de una crisis bárbara, a la del 2008 se ha unido el cambio del sector. El periodismo ha sido uno de los más castigados por la crisis en todo el mundo, han desaparecido muchísimos medios, además se trabaja con la mitad de gente, se despide a los seniors y se contrata a juniors con sueldos de esclavitud. Pero toda sociedad democrática necesita unos medios fuertes. Tal y como se está haciendo ahora, no se puede, se necesita mejor dotación, mejores correctores, que han desparecido...Pero creo que estamos empezando a salir de esa travesía del desierto. Estoy viendo además que la gente está empezando a pasar por el aro y están pagando por los digitales, que es el único futuro.