Mikel del Valle se formó en danza clásica con Ion Beitia y Carmen Roche, y transitó hacia la danza contemporánea posteriormente. En 2016, fundó la compañía MDV Danza, con la que presenta hoy jueves, a partir de las 19.30 horas, en el Teatro Arriaga una interesante propuesta artística, Arquitectos del aire, que pretende reflexionar sobre el patrimonio industrial a través de la danza. El Arriaga no solo alberga el estreno sino que también coproduce este espectáculo en el que Bilbao, Barcelona y Sevilla están presentes en el escenario.

Siempre ha confesado que el Arriaga es algo muy especial para usted.

—Así es, aquí me enamoré de la danza cuando era pequeño. Fue viendo a la Compañía Nacional, nunca se me olvidará la coreografía de Nacho Duato. Ya había empezado a dar clases en la academia con Ion Beitia, pero fue en ese momento cuando me reafirmé y decidí que me quería dedicar a esto.

Y ahora se sube al escenario bilbaino con la 'Arquitectos del aire' ¿Cómo definiría su propuesta artística?

—Se trata de un proceso creativo en el que llevo trabajando cerca de dos años, desde la pandemia. Me gusta transmitir a través de la danza diferentes temas sociales, como hice en Agate Deuna, que fue una investigación sobre nuestras tradiciones, en el que también abordé el problema del cáncer de mama. En la mayoría de las ocasiones, el cuerpo transmite más que las palabras, por eso utilizo la danza para transmitir sentimientos, temas sociales...

Y en este caso, une arquitectura y danza.

—Siempre he tenido interés por la arquitectura. Nací en Bilbao y todo el cambio que ha tenido la ciudad a nivel arquitectónico me ha influido muchísimo, como a todos los bilbainos y bilbainas. Y aunque he tenido que vivir fuera mientras me preparaba, cuando regresaba a mi ciudad era testigo de cómo se estaba transformando, cómo la arquitectura estaba ayudando a su desarrollo y eso creo que me ha marcado. Cuando estaba en el Conservatorio Superior, también he conocido a arquitectos que han empezado a estudiar danza y luego se han pasado a la coreografía. Hay una línea fina entre estas dos disciplinas, cuando danzas generas líneas en el espacio y curvas. La danza es el movimiento del cuerpo en el espacio, y la arquitectura ordena y jerarquiza el espacio a través de la construcción. Las dos son una ocupación del espacio. Un llenar el aire a través del tiempo.

Hoy presenta una pieza inspirada en la evolución de La Alhóndiga.

—Concretamente, en esta obra son tres piezas y cada una está dedicada a un edificio, al de la Alhóndiga de Bilbao, Caixa Forum de Barcelona y a la Lonja del Barranco en Sevilla, que nacieron en el mismo periodo, en 1909, en la época del modernismo. Se va contando por separado el contexto histórico del edificio desde que nacieron, como módulos industriales hasta la actualidad, en 2022. El espectador va a ver a través de escenas lo que está pasando en cada edificio. En concreto, el proceso de investigación de AZ-Alhóndiga se ha centrado desde sus inicios, construida por el arquitecto municipal Ricardo Bastida, hasta la actualidad, convertido en un centro de cultura contemporánea diseñada por Philippe Starck.

Son ya muchos años bailando por escenarios de medio mundo. ¿Recuerda sus inicios?

—Empecé a bailar con 11 años, aunque si por mí hubiera sido me hubiera dedicado a la danza desde los 5. Pero estaba mal visto que un chico se pusiera mallas, algo que, aunque en menor medida, todavía pasa hoy en día. No hay más que ver que en Dantzerti todavía hay más alumnas que alumnos. Hay gente que aún no entiende que un hombre pueda dedicarse al baile, no lo ven suficientemente masculino. Después, el machismo hace que se vean más hombres que mujeres en puestos de responsabilidad en el mundo de la danza. Hay directoras de compañía contadas con los dedos de la mano.

Ha bailado ballet clásico, contemporáneo, hasta se ha atrevido con el flamenco...

—No me gusta clasificarme porque, en la era en la que vivimos, un bailarín profesional tiene que trabajar distintas disciplinas; si bailas tienes que tener mucha técnica de ballet pero también de danza contemporánea. Por ejemplo, en esta obra que representamos en el Arriaga hacemos un viaje desde el ballet clásico, al neoclásico, folklore y danza contemporeanea. Incluso se baila flamenco.

Comenzó su formación en danza clásica con Ion Beitia y Carmen Roche...

—Y después volé a Sevilla, a Madrid, a Barcelona... Prepararse como bailarín profesional y coreógrafo es un proceso largo, han sido diez años para sacar un grado medio y cuatro el Superior... ¡Mas que los médicos! Y en 2016 decidí crear mi propia compañía, MDV Danza y pasé de bailar solamente, a tener que gestionar la producción, distribución... lo que conlleva una empresa, pero me ha hecho crecer mucho como profesional y como gestor cultural.

El pasado 29 de abril participó en la celebración del Día Mundial de la Danza. ¿Cómo ve la situación de en Euskadi?

—Han mejorado muchas cosas, por fin hay un Conservatorio Superior en Bilbao y una Escuela de Danza en Gasteiz, pero, creo que se necesita que las instituciones sigan invirtiendo dinero. En Gasteiz, por ejemplo, solo se imparte danza clásica, mientras que en el resto de los conservatorios a nivel nacional hay disciplinas de clásica, contemporánea, flamenco y danza española.

Un sueño...

—Reclamaría una compañía estable en Euskadi. ¿Dónde van a trabajar las nuevas generaciones que salen de los conservatorios? Al final se tienen que ir fuera, estamos formando buenos profesionales, tenemos una cantera muy buena, pero ¿qué pasa luego? Reivindico una compañía estable donde se pueda vivir profesionalmente de la danza. Tenemos un ejemplo muy cercano que es la compañía de Biarritz, que funciona muy bien. Es rentable económicamente y además sirve de proyección internacional de la cultura y de la ciudad de Iparralde.

"Empecé a bailar a los once años, pero por mí lo hubiera hecho a los cinco. En esa época estaba mal visto que un hombre se pusiera mallas”