Fue Emiliano Arriaga, sobrino del mismísimo Juan Crisóstomo, y su sélebre libro Lexicón bilbaino, toda una colección de términos, anécdotas, canciones y proverbios que conformarían el particular habla del botxo, quien recogió de la calle la expresión txirene, palabra sobre la que orbita el artículo de hoy. No en vano, todo girará en torno a un término, txirenada, protagonista de este relato. El término, sí, pero también la konpartsa Moskotarrak, alrededor de los carnavales.

La primera referencia que se tiene de la existencia de comparsas en Bilbao es en carnavales, en 1515. Grupos que cantaban coplillas por las calles de la villa, que gastaban bromas y que por su ocurrencia recibían dinero, chorizos y tocino. Es la propia konpartsa la que tira de la memoria de los historiadores para aclarar un puñado de hitos de los carnavales. Oigámoslos.

Aseguran que a lo largo de la historia existen muchas referencias acerca de los avatares propios del solsticio de invierno, época de carnavales: en el ámbito jurídico, en 1430, el día de Carrastolienda aparece como uno de los plazos para hacer un pago en una demanda; en el ámbito administrativo, en el 1515, el Síndico hace un requerimiento al alcalde de la villa: “Es público y notorio que en dicha villa ciertas personas han levantado coplas, nombrando a muchas personas honradas en gran deshonor y difamia, y que el bullicio, jolgorio y las chanzas, requieren que sobre ello se haga pesquisa e inquisición y que se haga justicia”. En 1773 en los libros de la parroquia de Santiago, aparece un auto que prohíbe a los sacerdotes portar, usar y vestir máscaras y acudir con estos extraños trajes a funciones profanas y hacer burlescas, recordándoles sus votos sinodales. Además están consignados numerosos pagos o sobornos a los sacerdotes para que desde el jueves empiecen a tocar las campanas de la iglesia para celebrar la llegada del Carnaval, totalmente en contra de las creencias religiosas.

En 1856 y tras sufrir en Bilbao el cólera, que tuvo a la población por miedo sin salir de casa, fueron los carnavales los días que volvieron a traer la normalidad, la alegría y la fiesta a la villa. Años después, durante la guerra Carlista, y pese a que se pegaban cañonazos sobre Bilbao, el Carnaval no se suspendió y la gente continuó cantando y bailando en la calle esquivando el bombardeo. Hay quien pide que se recuerde a los momos, primeros personajes peculiares que aparecen en la villa por estas fechas.

En el lexicón es donde Arriaga da forma a la palabra txirene, definiéndola como el adjetivo que se le atribuye al bilbaino chistoso, gracioso, bromista y excéntrico, siempre orgulloso de ser de Bilbao. En consecuencia y siguiendo su definición, las ocurrencias de los txirenes son calificadas como txirenadas, comprendidas como ideas ocurrentes y divertidas creadas en la mente de un bilbaino con las que saca a relucir su parte más graciosa o fanfarrona.

En 2007 la Konpartsa Moskotarrak –junto con la colaboración del grupo Iruña– decidió rescatar ese término del olvido y creó el premio denominado Mejor txirenada del año. Esto consiste –tal y como explica José Mari Amantes, coordinador de Moskotarrak– en otorgar un reconocimiento a la actitud más txirene acontecida en Bilbao durante el año anterior. “Es algo así como el premio a la ocurrencia más graciosa, original y sonada en la villa a lo largo del año; una txirenada al fin y al cabo. Dudo que haya otra palabras para explicarlo”, apunta Amantes.

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La historia del galardón, que desde 2006 concede, anualmente, la Orden Botxera de Farolín y Zarambolas a los protagonistas de aquellas acciones en las que mejor se refleja el espíritu original de las txirenadas bilbainas, pelín alocadas e incluso gamberras, en las que se conjuga el ingenio y el afán emprendedor con el buen humor y las ganas de disfrutar de la vida, ha premiado a diversas actividades como al calendario fogoso de los bomberos de Bilbao; los niños congoleños que emocionaron desde su aldea cantando el himno del Athletic, el galardón Lee Kuan Yew World City Prize (considerado el Nobel de las ciudades) por su capacidad de ver que Bilbao era la mejor ciudad del mundo y Eder Montero al ganar el premio a la mejor hamburguesa de Nueva York, cocinada con queso de Idiazabal y organizar la fiesta solidaria del Txakoli Vasco Txikifest”. El maratón solidario realizado sobre la pasarela del Puente Colgante. Una carrera de patos de goma en la ría, el agurra bailado por Alberto Dueñas, jugándose el tipo sobre el trampolín del Puente de La Salve, el Zonbi Eguna preparado por Pedro Olea, el Grammy Latino al Consorcio y ocurrencias similares han sido agasajadas año tras año.

Ahora que se acerca el día D y hora H hay que recordar la originalidad del premio que enriquece los carnavales de Bilbao y cuál es la acción elegida. A mediados del pasado mes de junio se celebró en Bilbao, a instancias de la asociación Automóvil Clásico Euskadi, el XIV Concurso Internacional de Elegancia del Automóvil, celebrado en la Plaza del Arriaga y el Muelle de El Arenal, el primer congreso internacional de Clubes Automovilísticos (CICA), y el gran desfile de automóviles clásicos por la Gran Vía, desde El Arenal a la Plaza Elíptica contando con la participación de más de 400 vehículos clásicos de todas las marcas y épocas, con más de 40.000 visitantes y espectadores en el desfile. No han perdido el olfato el jurado ni la imaginación el pueblo.