UN hijo de la posguerra que se convirtió en mensajero de la paz. Ese es Ángel García, o como muchos lo llaman, Padre Ángel –natural de tierras asturianas y fundador de Mensajeros de la Paz, una ONG con delegaciones en más de 75 países– y que también tendrá oficina en Euskadi, en Bilbao, en la calle Diputación concretamente. Un acto que coincide en el tiempo con el 60º aniversario de este refugio para vidas desconsoladas. Él mismo comenta a DEIA que su contacto con grupos en riesgo se inició mucho antes de su ordenamiento y la creación de la que, en aquel momento, se llamaba La Cruz de los ángeles.

“En Asturias había muchas zonas marginalizadas; de alguna forma, lo marginalizado lo mamé”, explicaba a este periódico durante su reciente visita a tierras vascas. Sin embargo, incide en que sus padres fueron claves porque “no se puede ser realmente marginalizado si los tienes a ellos”. Quizás con tal exposición a las trágicas consecuencias de la brutal posguerra, logró desarrollar un sentido de pertenencia y apoyo a dichas comunidades que, más adelante, sería la base de su trabajo filantrópico.

En sus años de trayectoria ha creado fundaciones, organizaciones y se ha hecho cargo de varios centros sociales. La convivencia constante con factores externos como la burocracia puede resultar decepcionantes y sobre todo, frustrante, a lo que él responde: “La frustración es ley de vida”. Ante la duda sobre decepciones previas en su camino, niega que estas existan. “El solo hecho de vivir es una bendición, eso hay que cuidarlo”. Sin embargo, no parece descartar que, en ocasiones, sea algo difícil. Él mismo ha dedicado gran parte de su vida al trabajo social.

“La Madre Teresa de Calcuta decía que la vida es bella, que hay que vivirla, cuidarla y compartirla”

Como resultado de sus experiencias, declara sin ambages que “la mayor pobreza es la soledad”. Y es una frase que lleva consigo siempre, con la esperanza de concienciar sobre algo que ataca a todas las generaciones, pero sobre todo a las mayores. “Hay quienes además de no tener qué comer, qué vestir o dónde dormir, también están solos”, lamentaba.

Ese sentimiento de vacío lo ha visto en los ojos de mucha gente y nunca deja de ser “impactante” y “triste”. Pone de ejemplo a una señora a la que una vez dio un beso en la frente. “Padre muchas gracias, hace tiempo que nadie me daba un beso o un abrazo”, fueron las palabras que salieron de la mujer en ese momento. Ante esto, el Padre Ángel se sintió impactado puesto que comprobó el asentado desacompañamiento que se mueve en todos los rincones del mundo. Y, por historias como esta, nació el teléfono dorado.

Es una línea gratuita a la que las personas pueden llamar y sentirse acompañadas y queridas, especialmente los mayores. Por lo menos, esa era la idea principal, la cual con los años ha ido creciendo y evolucionando. Era 1995. En aquel momento eran pocos los que hablaban de fenómenos sociales como la soledad en personas mayores. Ángel García explica a este respecto que “fue un reto precioso e innovador porque, además, el teléfono costaba mucho y era difícil que llamaran”. La globalización ha mejorado la comunicación y esta clase de proyectos han sido testigos de ello.

“El móvil palia mucho la soledad”. Además, agrega que el 900 222 223 ha recibido alrededor de siete millones de llamadas. Esta onda expansiva de la comunicación llega con las redes sociales y nuevas generaciones interesadas en la política, la filantropía y el trabajo social. Para alguien con más de 60 años de experiencia con grupos marginados, como es el caso del Padre Ángel, el trabajo de los jóvenes es muy importante. Y para quienes quieran dedicarse a ello, aconseja “pasar por la experiencia de dormir un día en la calle o pasar tres o cuatro días en un comedor pidiendo alimento”. El sacerdote asegura que “lo indignante y humillante de esas situaciones, sólo lo sabe quien las ha padecido”.

SER DE BILBAO

Razones como esta lo llevan a seguir expandiendo Mensajeros de la Paz y ahora, la organización por fin llega a Bizkaia. Su fundador destaca que esta no es su primera interacción con la villa, ya que su abuelo era bilbaino. “Bilbao es una de las ciudades más vivas y más alegres que hay, por eso quienes somos de fuera tratamos de presumir que tenemos algún familiar o amigo vasco”, añade. Ese célebre “soy de Bilbao” lo tiene muy presente y quisiera que una de las delegaciones de Mensajeros de la Paz pudiera decir lo mismo.

Su paso por Bilbao simbolizó para muchos la llegada de una nueva sede que fomente el trabajo filantrópico en la villa y el desarrollo de numerosos proyectos. Ángel García señala que le encantaría que iniciativas como el restaurante solidario Robin Hood gestionado por Mensajeros de la Paz– llegaran a Bilbao. Es uno de sus proyectos más sobresalientes y siente que es “importante y necesario para quienes no tengan los recursos”.