Miércoles 10 de agosto. Trece horas después de entrar en vigor las medidas energéticas de ahorro decretadas por el gobierno. Cruce de la calles Doctor Areilza y Licenciado Poza. El termómetro marca inmisericorde 39 grados. Justo en frente, en la zona de planchado de la tintorería 5asec, Beli aguanta 30,2 grados mientras su máquina echa vapor caliente. Su compañera Ana Moreno atiende a los clientes en el mostrador con el aire acondicionado sobre su cabeza a buen rendimiento. “Aquí no podemos tener 25 grados, y eso que son menos que otros negocios, porque nos ahogamos con todas las máquinas funcionando”, indica señalando las cercanas lavadoras industriales. Ana reconoce que “hoy no he tocado el aire acondicionado y espero que baje el calor fuera para que estar mejor”.

A pocos metros en la calle Poza, Saro López, encargada del obrador Bertiz, asegura que el termostato marca los nuevos 27 grados aunque reconoce “hay momentos que te mueres, con los motores de las refrigeradoras, los focos, el horno...” que exhala una aire tropical de 200 grados al ambiente.

Una clienta que se levanta tras tomar un café y unos dulces atiende sonriente a la conversación para intervenir y decir que “a 27 se está bien, sin problemas”. Saro la despide amable aunque discrepa ya que “el cliente está sentado y no tiene el agobio que padecemos en constante actividad y abriendo cada dos por tres el horno para meter los panes”. Por esta circunstancia no creía que las restricciones energéticas que cumplen les iba a afectar en cuanto a perdida de clientela se refiere.

Opina lo contrario, Juanma Diez, propietario del tradicional bar Mugi, ubicado entre la tintorería y la panadería. “Si las condiciones ambientales no son adecuadas corremos muchos riesgos. Si el cliente no está a gusto aquí, y se va porque no se puede estar del calor que hace, por lógica, lo perdemos”, afirma rotundo mientras sirve una caña.

En la tintorería las planchadoras ayer estaban a 30 grados. Jose Mari Martínez

A pesar de que “quiero cumplir la normativa”, reconoce mantener el termostato a 23,5 grados y aporta razones de peso. “Dentro de la barra, aquí abajo, tengo 20 motores de cámaras funcionando, y aquí al lado el horno de la brasa que se pone a 400 grados ¿cómo bajas la temperatura si no le das estopa al aire? Es imposible”, concreta.

Azucena Madrazo es su esposa y compañera de fatigas en el bar y confirma que es peor a la hora de comer “porque, a todo lo descrito, se añade el calor que generan los clientes cuando tenemos el local lleno”.

Golpes de calor

Juanma es de la opinión de que “se va a saltar la normativa todo Dios” y pregunta “¿cómo te vas a tomar un vino a 25 grados?” Así mismo, se preocupaba de su plantilla “de este negocio dependen nueve familias” aclara, ya que augura que “si hace demasiada temperatura pueden sufrir un golpe de calor, por eso les digo que se hidraten cada poco”.

Mirando a las calles María Díaz de Haro y Licenciado Poza, Maribel Alonso ofrece en su tienda Superlady moda a mujeres que gastan hasta la talla 70. Un ventilador de pie ronronea a sus pies y confiesa que “no he puesto el aire acondicionado por la mañana porque el consumo es muy costoso, pero lo pondré en breve. Ten en cuenta que mis clientas son de tallas especiales, necesitan estar frescas y más en los probadores donde se suda y la ropa no les resbalaría por la piel”. Maribel es de las que cumple el decreto, “como para no tener 27 grados, ¡qué remedio! No quiero que me pongan una multa”, reflexiona mientras Mercedes y Amparo, dos hermanas turistas catalanas, curiosean entre sus estanterías. La primera cree que “muchas veces las tiendas sirven como refugio climático” y considera que la normativa “tendría que ir por zonas y adaptarse a las condiciones climatológicas de cada autonomía e incluso por provincias”.

En este local de estética además del aire también tienen ventiladores. Jose Mari Martínez

Mientras tanto, Ana Morante, propietaria de la peluquería Aloha, sita en Particular de Indautxu, mostraba sus dudas sobre si iba a poder cumplir la normativa porque “aquí generamos muchos calor”. Explica que “con tiempo normal, no el de hoy, nos las apañamos”. Reconoce que su filosofía es poner siempre el menor tiempo posible el aire acondicionado “porque no nos gusta y porque es un gasto elevado, y eso se nota mucho en la factura” pero especifica que “lo que demanda la clientela es estar cómoda y fresca, por lo que tenemos que ponerlo”. De todas formas, para alcanzar los 25 grados a los que pueden llegar sin multas, también usan ventiladores que airean la zona donde tienen secadores de pelo y el resto del local de estética cuando se llena. “Nosotras somos cinco trabajando más las clientas supone mucha gente que genera más calor”. Como ejemplo de la temperatura a la que se pone en la peluquería que regenta desde hace 40 años desvela que “en invierno nunca nos hace falta poner la calefacción”.

Quien no tiene dudas en cuanto al termostato es José Ignacio Beamuz, propietario de Frutas Primi, un local de la calle Manuel Allende. “No tengo aire acondicionado”, responde con sencillez a la vez que exponía que “mi única preocupación es sacar el género de la cámara cada poco para que en días como hoy no se estropee”.

Así que como se ve, el cumplimiento del decreto de ahorro energético será seguido en mayor o menor medida en función de las circunstancias de cada negocio, cuya actividad influye sobremanera en los trabajadores y clientes y más con estas temperaturas que sufrimos.