EL Bilbao Basket recuperó ayer una iniciativa que, como la anterior hace tres años, tuvo un gran éxito. La pandemia cortó la cercanía de los hombres de negro con sus aficionados, que ayer mostraron de nuevo su cariño a un equipo que transmite ilusión, ambición y buena disposición para tratar de agradar. Es lo que ocurrió en el entrenamiento a puerta abierta que se programó en Miribilla. A la hora señalada para empezar a ocupar las gradas, la cola de seguidores, mayoritariamente jóvenes, llegaba hasta la rotonda del parque mientras el club repartía pósters del equipo que eran como un tesoro a guardar para lo que ocurriría hora y media después.

Unas 1.200 personas ocuparon uno de las gradas laterales del Bilbao Arena, dispuestas a pasar un rato distendido y a disfrutar de unos jugadores que hace unos días estuvieron muy cerca de derrotar al Real Madrid. Pero la Liga Endesa no espera nadie y castiga a quien se relaja. El miércoles espera el Unicaja y el entrenamiento de ayer era importante en la planificación de la semana, por eso Jaume Ponsarnau no quiso desviarse de su idea, aunque redujo la carga táctica para no abusar de las interrupciones y aburrir a una concurrencia que se iba a entretener más con carreras, con ritmo y con canastas.

Por eso, el técnico se dirigió a los aficionados antes de empezar el trabajo en pista para explicar que antes la plantilla había trabajado en el gimnasio y que los ejercicios de calentamiento que en ese momento dirigía el preparador físico Christian Lambrecht eran necesarios para poner los cuerpos en situación de desarrollar una sesión intensa de algo más de una hora en la que apenas hubo pausas. Ponsarnau dijo a los presentes que “podían no guardar silencio” siempre que no se produjera una algarabía que impidiera que sus órdenes llegaran al equipo. No se trataba de buscar lo imposible, pero también se advirtió de que ciertas partes del entrenamiento no podían ser grabadas por si en la grada había algún espía mandado por Ibon Navarro.

Los jugadores no pararon de correr trabajando situaciones de contraataque y transición y la afición aplaudió los mates de Withey, de Kyser, los triples de Hakanson o de Reyes, como si se tratase de un partido. Pese a la presencia de tantas miradas inhabituales, la plantilla no perdió la concentración y eso que en cada parada para la hidratación los chicos y las chicas buscaban chocar palmas con sus ídolos. “Tranquilos, que luego va a haber tiempo para que os saluden todos”, gritaba el técnico, que acabó muy satisfecho con la experiencia porque no mermó la calidad del trabajo. Para terminar, hubo una competición de triples. “Podéis apostar porque se van a picar”, comentó Ponsarnau.

Ganó, claro, Ludde Hakanson, convertido por su gran temporada en el nombre del momento en el Bilbao Basket y ayer en el jugador más reclamado cuando llegó la hora de firmar autógrafos y hacerse fotos. Pero toda la plantilla se mostró predispuesta mientras era rodeada por ese millar de jóvenes seguidores que tienen que suponer el futuro del baloncesto en Bizkaia. Incluso Javi Salgado, que un día fue uno de ellos, sigue siendo requerido para estas cuestiones. Ya se sabía, pero ayer se confirmó que el Bilbao Basket ha vuelto a conectar con su gente, ahora la vuelve a sentir de nuevo cerca.