Cuando tenía cinco años, Asha Ismail se despertó exultante, sabía que era un día de celebración. No conocía el motivo, así que, cuando su madre le mandó comprar dos cuchillas, acudió sin titubear. Cuando regresó a su casa, una mujer la estaba esperando. Fue la que le sometió a una infibulación, el tipo más agresivo de mutilación genital femenina. Ismail, hoy convertida en activista contra la ablación, sigue recordando aquel día con claridad. “Lo llaman purificación, y lo único que sabía era que era un día feliz”, narra. “Mi madre intentaba hacer lo correcto”, subraya. En su comunidad era imprescindible “para conseguir un buen matrimonio”.

Tardó más de mes y medio en recuperarse físicamente, “porque psicológicamente te marca para siempre, no se supera”. Le cortaron el clítoris, los labios mayores y los menores, “dejando solo un pequeño orificio abierto”. Además, según expone, los problemas derivados de la mutilación continuaron. Y es que, en la primera relación sexual, pueden ocurrir dos cosas: una, que sea consensuada y se trate de dilatar el pequeño orificio que dejan, o dos, como en su caso, ser sometida a un matrimonio concertado y que haya una penetración forzosa o que “una señora te corte y te penetre en ese momento”.

A pesar del dolor psicológico y físico al que fue sometida, no fue hasta el nacimiento de su hija que comenzó su cruzada contra la mutilación. Deseaba con todas sus fuerzas que fuera un niño y, cuando vio que era una niña, lloró “como nunca lo había hecho”. Sin embargo, fue ese momento en el que lo decidió: “Dije: es mía y yo decido sobre ella. Y decido que no le voy a hacer ninguna de las cosas que me han hecho a mí”. Tras la cruzada que comenzó con su hija, Asha Ismail empezó a tejer complicidades con todas las mujeres que conocía de su entorno. Poco a poco se fueron añadiendo más mujeres y consiguió que la generación de su hija ya no tuviera que sufrir esta forma de violencia de género.

En ese camino creó la oenegé Girl Save a Generation, con sede en Madrid, con la que lucha para erradicar la mutilación genital femenina y los matrimonios forzosos. Tras 15 años de trabajo, esta mujer ha ayudado a que cientos de niñas no sean víctimas de la violencia de género. Con el mismo objetivo, Aminata Soucko creó la asociación Red Aminata, desde la que acompaña a las víctimas de la mutilación que inician el proceso para la reconstrucción del clítoris. “Mi objetivo es apoyar a las mujeres en ese camino para que no sufran lo mismo que yo”, señala. Y explica: “Esto no es solamente una simple cirugía, es un proceso de cambio que hay que entender, es como volver a reeducarnos en nuestra sexualidad”.

A Aminata Soucko le practicaron la ablación cuando tenía una semana de vida. “Las consecuencias te acompañan durante toda la vida y pueden impactar de manera diferenciada sobre la salud física y psicológica. Además, la mutilación genital femenina afecta a la salud sexual y reproductiva de las mujeres, pudiendo provocar dificultades para mantener relaciones afectivo-sexuales, fobia a la sexualidad...”. Esta mujer también lo tuvo claro en el momento que nació su hija: “Yo he sufrido mucho y no quería que ella pasara por lo mismo”.